jueves, diciembre 29, 2005

Uno mismo

Bueno, hoy toca cuento. Sé que no es el objetivo del Blog, ¡Pero ustedes no saben nada! Ni de objetivos ni de blogs =D. Así que a comerla, y a leer mi cuento. O a no leer, y postear "qué mala leche che".
Hmm... Igual, le puse un poquito de esmero al cuento ^^.
Uno mismo

Es una sensación diferente la que se tiene cuando se cree ser alguien más, que no se uno mismo. Es una sensación medio como única, algo diferente pero tan parecido a eso que sentimos al despertarnos de repente, olvidando (o quizá queriendo olvidar) dónde estábamos durmiendo la noche anterior. Es como si al dormir, alguien nos hubiese quitado nuestra esencia, intercambiándola por otra distinta… que sin embargo no es ni más ni menos que la propia, sólo que algunos años atrás.
Es así como sucede cuando no somos nosotros mismos. Abrimos los ojos sintiendo que no hemos vivido nada de eso que recordamos. Recordamos, sí, pero como se recuerdan las películas del cine, alejado, indistinto, inocuo: Aburrido. Falto de moraleja.

La mirada penetrante del guardia escudriñaba en mi jaula. A veces sonreía, pero no hoy. Hoy no había venido a hostigarme por propia voluntad, sino bajo comando de un superior, tal vez inclusive del Alcaide mismo.
-Infeliz- espetó, aunque no me afectó en lo más mínimo –¿Dónde están las revistas que te trajeron el otro día?
-Bajo la cama- respondí, aunque hubiese preferido tener más coraje, y quedarme callado.
-Te estoy hablando, infeliz, te pregunté dónde están las revistas…
-Bajo la cama- volví a repetir, sumiso, pero hubiese preferido gritarle que era un imbécil degenerado y que valía tanto vivo como muerto.
-Ah…- levantó una ceja, y sonrió para un lado, casi parecía dolerle –¿Me insultás y me amenazás?
Entonces quise pensar que tal vez las cosas estaban siendo extrañas, pero luego de cuatro años encerrado ahí por haber dicho lo que creía cuando no debía, nada me resultaba extraño. Además, el porrazo en las costillas, en el omóplato, luego en el antebrazo (que creo que lo fisuró, o eso me pareció escuchar), y por último en las piernas, la derecha y después la izquierda, todo eso hace que uno no piense mucho, que simplemente se resigne a que la corriente del río lo arrastre. Siempre hay rápidos, y en los rápidos siempre hay piedras.

Es así, despertar ahí, donde uno no quiere despertar, donde uno siente un vacío profundo, un vacío a causa del frío en los brazos y las piernas, un frío que uno sabe es signo de que no va a poder mover los dedos, por más que intente, porque hace rato que están entumecidos, y tan, tan fríos, que ya ni siquiera hay sensación. Despertar y querer con cada parte del cuerpo tener esa sensación extraña de que uno no es uno mismo, de que en realidad uno mismo se murió hace cuatro años (o más) y que todo esto le duele a otro. Pero no, porque en este momento es cuando se es realmente, con todo ese frío sólo se puede ser, y yo que soy un intelectual, vine al mundo para sufrir por tonterías, no por fisuras mal curadas, por moretones sobre moretones, yagas medio infectas, medio cicatrizadas.

El enfermero me mira con ojitos de yo no fui. Quiere hacerme sentir un alivio, me da un paracetamol (o eso espero) y después un par más. Creo que quiere que me los tome juntos, así todo se termina. Me lo advierte, pero más me está indicando.
-Seis de estos y no creo que puedas levantarte de nuevo, tené cuidado- se vuelve hasta el botiquín, saca más gasa porque tiene que cambiarme un par de vendajes -Sabés que esto te lo buscás vos solito ¿no? Si fueras menos pelotudo no te pasaría nada. Acordate de tomártelos después de ocho horas, antes no, porque vas a palmar, aguantate aunque duela.
En la celda de nuevo, el guardia está lejos. Un compañero se me para al lado, me mira con una sonrisa en los ojos, y una expresión de profundo enojo en la boca.
-Mirá cómo me froto los huevos mientras vos sufrís- me dice, mientras se frota la entre pierna con ambas manos, inclinándose ligeramente hacia atrás y doblando las rodillas. No sé qué quiere, pero me distrae de mis pensamientos, me dan ganas de decirle algo malo, algo tajante, astuto y amenazador. Pero no tengo el coraje. Él se detiene de repente, como sorprendido, como si hubiese escuchado mis pensamientos y se aleja balbuceando alguna excusa de bravucón ignorante.

Ser uno mismo. Ser uno mismo. Los pensamientos se agolpan junto al dolor de cabeza, y yo tengo los comprimidos en la mano, los aprieto con fuerza, porque sino los sostengo me voy, me voy a ir. Porque sé que en esa mano tengo más fuerza que en toda mi voluntad, mi voluntad que me fuerza a llevármelos a la boca, a olvidarme del asunto. Pero no tengo el valor, no… mi puño tiene más fuerza que toda mi voluntad, que el resto de mi cuerpo que me pide a gritos que yo tenga el valor… Pero no lo tengo.

No lo tuve, creo, y ya pasaron tres días, cuatro quizá.

Y todo es más oscuro. Más uno mismo, uno mismo que se aleja, y se pierde. Mirándome a mí mismo desde arriba, desde lejos. Como si ese que estuviese acostado allí no fuese yo. De hecho, como si fuese sólo un cuerpo sin nadie dentro. Sin nadie que le responda dónde están las revistas al guardia, al guardia que ahora de nuevo escudriña… Y pega un grito, un grito que hace venir a otros guardias corriendo, y abren la reja, aporrean al compañero de celda, patean al cuerpo. Pero todo eso ya no me importa a mí… Ahora a mí me preguntan qué hago ahí, y por qué deberían dejarme pasar. Las puertas son grandes, son agradables. Yo no sé qué responder…
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PD: una ligera aclaración para los que conozcan mejor sobre la sobredosis de paracetamol y demás... Ignoren lo poco explicado que está esa parte =D. jajaja.

lunes, diciembre 26, 2005

Para el Faro

Quizás el hecho de que yo encienda esta computadora y me encuentre con tu blog aún logueado sea algo predestinado, algo que nos une con la fuerza de mil cadenas de acero, algo parecido a la eternidad. O quizás no, quizás sea una mera sucesión de eventos provocados por diferentes factores, que unidos podríamos llegar a llamar "coincidencia". La cuestión es que yo no soy nadie como para oponerme a mandatos divinos o del destino, así que he decidido tomar riendas en el asunto y no desaprovechar tan especial ocación.
El faro; Un sujeto extraño en verdad. Con su fuerte y extravagante luz de dos mil voltios de la cual nada se escapa, claramente no es uno más del montón. Incluso podríamos llegar a decir que es un oasis entre tanta podredumbre!! Una guía para nuestras almas perdidas e impuras!! Pero no, puesto que él prefiere (a veces ) la modestia y ( en ocaciones ) la sinceridad humana. Apenas sí puedo nombrar las incontables veces que con sus palabras lo oí formular extraorindarias ideas!! potentes discursos!!! interesantísimos pensamientos!!! Con apenas un chistar, puede acallar multitudes y romper corazones. Y aún así, con toda esa grandeza borboteando en su interior, elige no utilizar sus capacidades, puesto que conoce mejor que nadie la peligrosidad y filo de su hablar y pensar. Le debo mil y dos cosas a este extraordinario sujeto de noble corazón, y nunca llegaré a pagarle todo lo que me ha dado sin pedir nada a cambio.
Pero qué sé yo, la re puta madre, soy un simple mortal con siquiera 17 años de edad sobre mis espaldas, qué mierda sé yo de este tipo, que además de engreído es un ególatra fanfarrón. Y la redundancia se la pueden pasar por ya saben donde. Me tiene los genitales llenos, saben? Y se puede meter todo el poder y la grandeza en dónde no le da el sol, hijos de re mil.



En serio, Faro, la verdad es que sos un groso, y me siento muy feliz de ser tu amigo, por muy marica que suene.
Un beso y una tocada de cola.
Con cariño, Dante.

sábado, diciembre 24, 2005

El pan dulce está al frente

¡nooo, no ese! Ese sigue estando por detrás; yo hablo del pan dulce que se hornea, el que se come y se disfruta en esta época del año ^^.

Mi historia es a la vez interesante y reveladora, y creo que he llegado a comprender todos los misterios de la vida (aunque considerando lo perenne de mi memoria, es probable que termine descomprendiéndolos).

Cerca de la medianoche, sentados en la casa de un amigo, decidimos que sería bueno hacer una bebida que yo no conocía (mi cultura alcóholica es nula), que incluía durazno, banana, manzana, vino y ron; pero nos faltaban un par de ingredientes así que decidimos buscarlos. Agradecimos al capitalismo por un Super 24hs que no queda a más de 2 cuadras de donde nos encontrábamos y emprendimos viaje.
Una vez allí, y con los productos en las manos, una pregunta asaltó mi mente: "¿Cómo es que este año, tan cerca de las fiestas (día 23 de Diciembre), no había comido aun pan dulce?" y decidí exteriorizarla, pero ligeramente cambiada: "¿Cómo es que no hay pan dulce?" dije en voz alta. Una mujer, a mis espaldas, me respondió.
-El pan dulce está al frente- era una de las encargadas del lugar, y yo me quedé boquiabierto, mientras la respuesta rebotaba en los rincones de mi comprensión. Con los ojos abiertos de par en par, el mundo entero se volvió una gran oscuridad, y yo sólo podía ver aquella figura, la de esa mujer... Me volví un instante, recobrando mis sentidos, para ver hacia "el frente", donde se suponía estaba el pan dulce...

Y lo comprendí: Si no había tenido pan dulce este año era simplemente porque no había hecho nada para tenerlo. Y así todas las preguntas de mi vida ¡Tenían ahora respuesta! ¿Por qué no tengo amor?¿Por qué no puedo estudiar ahora mismo?¿Por qué no soy feliz?... Y allí estaba la respuesta a todas esas cavilaciones: "El pan dulce está al frente". "Movete y buscalo". "El hombre es amo y señor de su vida, responsable de su felicidad y de su miseria".

Me volví para encarar a la mujer, quien yo ya había reconocido (era Dios), y ella, señalándome con su dedo índice, como diciéndome "aprendé, chancha, así son las cosas", se dio media vuelta y emprendió marcha hacia la góndola de los fiambres. Y como disolvíendose, se fundió con la mortadela, dejando detrás de sí una estela mística y sagrada...

Ahí mismo no atinaba yo a reaccionar. Mi espíritu me exigía que cayera de rodillas y alabara la magnificencia de lo sagrado en medio de lágrimas y regocijo, pero por otro lado... Por otro lado los chicos ya tenían las bananas y el vino... Así que con una suave palmada en el hombro de Ged, volví a mis cabales y continué mi vida.

En la calle los vientos advertian la proximidad de la lluvia, las estrellas veladas por las nubes se encontraba de ánimo tímido, y en la plaza central la municipalidad había decidido deleitarnos con una tanda de fuegos artificiales anticipados.
PD: Postdate o postedición xD, debí desde un principio agradecer a Juan Pablo, un amigo, que fue con quién ideamos este post luego del supermercado. No hacerlo sería plagiar, y eso es como feo.. xD.
Un abrazo, Angie xD.

lunes, diciembre 19, 2005

Para la Khel

Había estrellas en el cielo. Algunas brillan con intensidad, otras, más humildes, simplemente estaban allí y se dejaban ver tímidamente por el rabillo del ojo, pero nunca directamente. Eso había en el cielo, detrás de las nubes, quienes amablemente se abrían por aquí y por allá formando una suerte de telón azaroso.
Más abajo, en cambio, había cosas un poco más tangibles, y quizá menos bonitas; aunque eso más dependa del ojo que las mire. Entre esas cosas estaba la desagradable figura cónica, repleta de pelillos verdes plásticos que imitaban (de muy mala forma) las hojas de un pino. A cada punta de las "ramas" colgaba una pelota bañada en brillantina y de color chillón, rodeada de pequeñas lucecitas titilantes y una especie de nieve, también plástica. En fin: Un arbolito de navidad. A sus pies descansaban aun intactos los paquetes de regalos, un pesebre acomodado con cuidado y una que otra chuchería más. Un cuadro perfecto.
Lo mirábamos con un dejo de incomprensión. Repetíamos cada año la misma misa perdiendo cada vez más el sentido de la misma. Al final siempre significa estar juntos, aunque esto sea lo que menos hagamos. Brindamos, comimos, destrozamos envolturas de celofán y nos desperdigamos por la casa. Terminadas ya las cansinas explosiones festivas (petardos, cañitas de esas que vuelan por acá, por allá, algunas baterías y por supuesto las estrellitas que tanto me gustan porque no hacen ruido) y todos tenemos por fin un plan. Mi hermana a bailar, mi hermano con la novia, mi madre y mi padre de paseo; aunque no muy largo, y yo...

Bueno, no todos tenemos un plan todavía. Aunque ya sé qué haré. Visitaré a la única persona que podría entender cómo me siento esta noche.

Como de costumbre te encontré mirando el cielo, mirando las estrellas, las mismas que yo miraba más temprano (o quizá sean otras.. es que yo sé bien poco de astronomía). Me senté a tu lado en el techo de tu casa, sin decir una palabra. Vos, sin dejar de mirarlas me sonreíste, o quizá se te ocurrió alguna cosa... nunca voy a saber con certeza. Te tomé la mano y me puse a jugar con tus dedos. Los dos nos reímos un poco, y comentamos algunas tonterías. Nos olvidamos de las estrellas y también de qué noche era aquella. Sin darnos cuentas nos alcanzó el amanecer, bañando primero el horizonte, luego las nubes, luego tu rostro (y seguramente el mío también) y por último todo.

A veces somos balsas... a veces somos navegantes. Pocas son las situaciones donde somos ambas. Pocas son las personas con las que puedo ser ambas.

Cuando volvía a casa, un poco desvelado (y quizá también medio tomado) me di cuenta que se me había olvidado (¿olvidado?) desearte felices fiestas... Supongo que era una frivolidad. No sé ni por qué me preocupaba de eso.

En estas cartas cuentos, que mezclan un poco de realidad, un poco de fantasía y un poco de incoherencia no sé si se pueda firmar como en cualquier otra. Pero yo hago la prueba.

Un abrazo, y un te quiero.

Salud =)

jueves, diciembre 08, 2005

Finisterra, supongo.

Bueno... hoy toca poesía, o texto en estrofitas medio ordenadas...
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Quiero irme a vagar por el mundo,
perderme en las arenas del tiempo,
encontrarme donde todo se ha olvidado.
Y sentirme solo. Solo, de verdad.

Alejarme del bullicio que juzga,
del mundo que intenta hacernos escarmentar.
Perderme para siempre, allá donde las sombras
Permanecen siempre igual. Inmutables.

Olvidarme de todos los ojos que he visto,
De todas las sonrisas con las que soñé.
Desgarrarme el pecho, arrancarme el corazón
Y por último, guardarlo en un pequeño ataúd.

Darle solemne entierro, mística serenata.
Y soñar sólo con mi destino, con fuegos que consumen,
con rocas inmensas que machacan, con voces que ya
no pueden más, ni gritar, ni hablar, ni pedir, ni llorar.

Dejar que el cabello, la barba, me crezcan.
Se enmarañen, se ensucien y se decoloren.
Que a nadie atraiga mi aspecto, sino, lo contrario.
Que enseñe con la sola vista, que hay peligro. ¡Aléjense!

Y más aun, que no haya vista alguna que me encuentre.
Que no nazca sabiduría capaz de comprenderme,
Que ninguna codicia me busque, ningún mal me siga,
ningún bien me ajusticie o me enmiende.

Así, lejos y perdido quiero yo estar.
Tan solo que ni piense en la soledad.
Tan perdido que no haya brújula capaz
de orientarme, de marearme, de guiarme o engañarme.

Sumido en un silencio tan profundo que
me aturda, me ensordezca, me quite el don nato.
Y sino es mucho pedir, también quisiera oscuridad;
Enceguecido, medio sordo medio mudo y solo.

Había una palabra para esto… Yo no la recordaré.

domingo, diciembre 04, 2005

Los Lentes de Mamá...

Yo no uso lentes. Jamás los necesité (aunque siempre quise tener un par para verme más inteligente), pero una vez, hurgueteando entre las cosas que había en la cómoda de mi madre me topé con los de ella. "Qué es esto" pregunté como quien disimula la travesura que está apunto de cometer. ¿Me los pongo, no me los pongo? Son de ella, y si los rompo me mata. Además, yo ya sabía en ese entonces que las gentes tienen un infinito pudor con respecto al aumento que tienen sus lentes. ¡Odian que otro ser humano (además del oftalmólogo) sepa cuál es la graduación de sus imperfecciones! Aunque bueno, no podemos culparlos ¿No somos todos así?

En medio de estas deliberaciones, mis manos aprovecharon la guardia baja para atacar. Tomaron los lentes y con una decisión que iba más allá de la que yo pudiera tener, llevaron el objeto en cuestión desde la mesa hasta mi cara, y luego los depositaron sobre mi nariz...

Sí. Hace falta que hagamos una pausa, un silencio, un alto inexorable.

Listo. El drama ya no puede aumentarse más, las dilaciones apartir de ahora sólo aburrirían al lector.

Continuemos.

-¡Oh, por dios!- exclamé en cuanto mi vista fue acomodada por aquellas lentes extrañas -¡¡¡Qué gordo estoy!!!

Con los anteojos de mi madre puestos mi vida acababa de cambiar. Yo, quien toda la vida me había considerado una persona de peso adecuado y conforme con mi estatura me sentí repentinamente repugnantemente gordo. ¡Gordo! volví a exclamar, pero esta vez autománticamente bajé la voz, la vergüenza se apoderó de mi persona. ¿Y si alguien me veía así? ¡De hecho! El mundo entero me veía a diario...

¡Terrible destino el mío! Por jugar como un gato curioso terminé perdiendo mi inocencia. No sólo era ahora que me veía gordo, sino que además mi pelo se me hacía insoportablemente herizado y despeinado y la gracitud de mi piel era merecedora de una llamada a la NASA en requerimiento de químicos desinfectantes de la nueva era.

Tenía que reparar todo eso ¡Rápidamente me puse en marcha! Tomé el bolso de cosméticos de mi madre y corrí al baño de casa, donde tenía un espejo, agua y tros productos utilísimos para estas situaciones. Justo antes de salir de su habitación, decidí quitarme los lentes, sino no podría arreglarme con precisión.

Fue entonces cuando, frente al espejo de mi baño, volví a encontrarme conmigo mismo. El mismo pibito delgado y "despeinado con estilo"... ¿dónde estaba esa horripilante criatura que momentos antes me hostigaba desde el otro lado del espejo? ¿Qué había cambiado...? Y entonces me di cuenta.

¡Los lentes de mi madre!
¡Qué atrocidad, qué martirio, qué sacrificio! ¿Es así como deben vivir las mujeres?¿Es este el peso que tienen soportar? Valientes son, entonces, como ningún hombre que esta tierra haya pisado. Gloriosos seres que soportan nuestros ingratos juicios...

Es por esta experiencia que decidí dedicarles esta entrada, mujeres. Porque ustedes son criaturas que nosotros los burdos hombres jamás podremos comprender. Aceptan de buen talante las impocisiones de una sociedad extremista, donde, como dice Maitena la pancita a los hombres les queda bien, pero a las mujeres fatal, una cana en un hombre es signo de madurez, cuando en una mujer no es ni más ni menos que señal de envejecimiento y tantas, tantas más injustas desigualdades.
¡Quien fuera mujer para soportar depilarse las piernas todas las semanas! Ni siquiera Aquiles.


Por eso, en la mayor de las humildades, me postro ante ustedes, y les ofresco mi mayor gratitud y admiración. Gratitud por soportarnos. Admiración por soportarnos.

¡Salve, mujer!




PD: Gracias a Ged por la ayuda durante la elaboración de la idea =).

jueves, diciembre 01, 2005

Contradicciones

Me llama la atención como la gente tiende a combatir las cosas con la mismísima escencia de estas. Quizá sea como una suerte de "vacunación" preventiva (como si la vacunación pudiera ser de otra manera...), quizá dando ejemplos yo pueda ser más claro en lo que intento decirles.

Hoy me encontraba con unos amigos, cuando uno de ellos decidió con descaro afirmar lo siguiente:
-¡Odio a todos los blogs!- exclamó. Yo, extrañado por el comentario ligeramente fuera de lugar (por no decir absolutamente desubicado), lo miré inquisitivo. Entonces, él prosiguió -Tenemos que crear un blog....-

Ahí fue cuando ya todo parecía cerrar y tener total coherencia. Los blogs son una enfermedad y atrae gente enferma (respaldo y me ofrezco como sujeto de demostración... heme aquí ^^), por ende ¡Deben ser destruidos! ¿Qué mejor manera que otro blog más?

Por supuesto, este amigo mío es un Blogger y por ende un enfermo. Así que su forma de razonar no debería sorprenderlos. Sin embargo ¿Es un incidente aislado?

¡Claro que no!

Cabe destacar como vastos e innumerables imperios se han cansado de la incesante guerra, y decido con ímpetu irreversible: Hacerle la guerra a la guerra para erradicarla de una buena vez.

Ante un acto de violencia innecesaria, la horrorizada gente decide acabarla usando... Claro, más violencia.

Cuando un grupo grande de gente se pone a gritar ¿Cuál es la reacción más normal? Acertaron: Gritar aun más fuerte ^^.

Y luego nos dicen "Al mal tiempo buena cara".... sí, sí, cómo no.

Y releyendo me doy cuenta de cómo mi texto apesta, lo cual me hace sentir que forzosamente tengo que poner un final impactante y sublime, pero claro... La vida es una contradiccón =D.


Saludos, criaturas de carne.

El Faro.

lunes, noviembre 28, 2005

A mi Viejo...

Sí, así, Viejo con mayúscula. No porque sea nombre propio (aunque muy impropio tampoco es), sino porque a mi viejo le digo Viejo, porque se lo merece.

Ayer cumpliste años, y te fuimos a visitar. Intenté ahí, improvisando, dejarte unas palabras que demostraran mi aprecio y admiración, pero claro, con mi falta de experiencia como locutor, poco éxito conseguí.

Así que te voy a dar tu propio espaci-ito acá, para decirte un par de cosas.

Ayer cumpliste años, y las cosas parecen volar. Fue casi ayer cuando eras ese tipo severo con el que yo no podía ni me atrevía a hablar. Era tan sólo ayer cuando eras vos, el mismo tipo culto e imponente, pero distinto. Y sin embargo hoy me pongo a pensar, y digo: Qué tipo groso. Mucha agua pasó bajo el río, como dicen y hoy sos de las personas con las que más cosas puedo compartir, de esas personas que te van a aceptar, aunque no estén de acuerdo, aunque no puedan entenderte, te van a aceptar con un entendimiento muy superior al de la razón, ese que sólo se logra cuando se abre el corazón.

Vos me enseñaste con el ejemplo que cambiar es cuestión de hacer. El que hace, hace. Jaja, yo sé que vos entendés por qué digo algo tan obvio como una gran verdad.... Y sabés bien cuánto tiempo me llevó aprenderlo. Y digo más: Digo también que si hay algo en mí que sea apreciable, gran parte la saqué de vos, como esa eterna capacidad de vivir la vida con buen temple, de aprender a apreciar los pequeños momentos y soportar los malos con la dignidad del que sabe que sufrir no es sentirse miserable ni mucho menos que hace falta arrastrarse para pedir ayuda.

Te admiro, Viejo, no porque seas mi padre, sino porque sos un titán, como digo yo. Gracias por no dejarte vencer, gracias por enseñarme todo lo que pudiste y seguirme enseñando todo lo que podés, y aun muchas más gracias por no imponerme estas enseñanzas, sino compartírmelas.

Y de todas formas, yo sé que toda esta admiración que te tengo te da más o menos igual. Que a vos lo que realmente te importa es que yo te quiera. Porque te quiero como a un amigo, y aun muchísimo más, como quiere un hijo a su padre. Por lejos: El mejor padre que yo pudiera querer, ese sos vos.



Gracias de nuevo, porque nunca voy a poder decirlo las suficientes veces, ni vos vas a escucharlo demasiado.

Feliz este cumpleaños, como seguramente lo van a ser todos los que te quedan por vivir.


Andrés Leoni (qué orgullo poner mi apellido acá =)).


PD: Es tan, pero tan probable que jamás leas esto... Pero da igual, como dicen por ahí: Es la intención lo que cuenta =P.

lunes, noviembre 21, 2005

La vida

Un poco largo quizá xD.. Y eso que traté de acortarlo. No da poner cosas así en un blog. Mil perdones -_-.
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La verdad es que con la vida no se jode. La vida es un regalo, y mejor ni chistar. Pero qué regalito… Llegás al mundo, te dan una cachetadita inocente que te duele como nunca nada te dolió antes en la vida (y obvio, de suerte tenés 30 segundos de vida), después te meten en frazaditas, te acurrucan junto a tu mami, y ahí, tranquilito hasta que sea hora de descansar.

Empezás a creer que la vida es más dulce, tenés una cunita, un techo sobre la cabeza, todo el calor y amor que uno puede querer y teta para tirar para arriba (excepto que decidan usar métodos modernos y te encajen una mamadera, pero es un detallito menor). Todo de diez, hasta que llega el momento de la primera comida, y a tus padres se les ocurre que sino te saturan de comidita hasta la garganta, no vas a crecer fuerte y sano. Plaf, plaf, plaf, coma nene, coma… coma un poquito más, y más, así se va a poner como el papá (que es grandote, pero nunca gordo), ¡coma más le digo! ¡Pero basta! Gritás vos ¡Que no soy una bolsa de basura!, y entonces en acto de indignación te decidís a vomitarle toda la blusita rosa a mami. Y ella que pega el grito, y el papi que te dice cosas que todavía no entendés, pero de repente comprendés que quizá no tenías todo el amor que pensabas.

Corriendo, sin que entiendas bien por qué (porque a menos que las cosas hayan cambiado, vos tenés toda la vida por delante todavía), te llevan al médico. Le cuentan con dramatización excelente que el nene escupió la comida al primer bocado (“el primero de la 2da centena”, pensás vos), y el médico los mira con ojos de padre comprensivo. Les sonríe con infinita paciencia y los devuelve tranquilitos a la casa, explicándoles que es normal esa reacción cuando se pasa de los líquidos a los sólidos.

Entonces, no tenés más que par de meses en este mundo, y ya no te alcanzan los dedos de las manos para contar las tragedias que te tocó vivir. Pasando los años llegan al jardincito, experiencia que me voy a evitar narrrar, porque seguramente todos los presentes están lo suficientemente traumados con la suya propia como para encima revivirla aquí y ahora conmigo. Resumamos diciendo: No fue lindo.

Ahí descubriste cosas para las que no te prepararon desde la cuna, como el rechazo, el amor no correspondido (¿por qué no me podía amar? Yo sé que eramos de mundos distintos… yo un pibito de 3 años, ella una maestra jardinera de 28, pero ¿acaso no merecía ser correspondido en mi purísimo amor?), luego, bajando el nivel de requerimientos, terminás enamorándote de la chica que te va a gustar por los siguientes 9 años de tu vida, a pesar de que jamás cruzaste ni vas as cruzar palabra con ella. Conocés a esos amigos con los que vas a estar por el resto de tu vida, pero que al año siguiente se cambiaron de colegio y los perdiste de vista por siempre.

Luego, cuando pensás que ya soportando todo esto la vida no puede volverse más difícil, pasás a la primaria… Primer grado, las piñas con los chicos más grandes, las risas de las chicas cuando se te caen todos los mocos porque andas resfriado. Las sumas, las restas, las letras y las palabras. ¡Ja! Te reís, qué cosas más faciles… La escuela no era tan difícil como dijeron. Entonces: pasás a segundo grando, y te encontrás con la peor de las bestias que jamás pudiera Edgar Allan Poe imaginar: La tabla de multiplicación.
Te quedás aturdido frente a sus innumerables variantes, no comprendés por qué si 2 x 2 es igual a 4, y 2 + 2 es 4 también, entonces ¡por qué 2 + 3 son 5, y no 6 como lo son 2 x 3! De repente la cabeza se te bloquea, y descubrís por primera la desesperación de no entender algo. La necesidad imperiosa de recordar cosas que tanto tu padre como la maestra te dicen que son indispensables para sobrevivir en este crudo y frío mundo, las reglas ortográficas, agudo lleva acento cuando termina en n, s o vocal, y las graves lo contrario, y que las esdrú… esdrúju.. esbrúju.. bueno, esas otras llevan el acento siempre, a menos que sea diptongo, entonces ya te perdiste, y mejor ni me aprendo todo esto, que jamás me va a servir, porque al fin y al cabo era la mami la que se encargaba de lenguas y es menos severa que el papi.

Pasás a 3er grado, sin saber bien cómo, porque jamás pudiste acordarte de memoria ninguna tabla, ninguna regla y nisiquiera la frase aquella de que “mi mamá me mima” (esa la aprendiste empíricamente), y entonces, cuando creés que vas zafando más o menos piola, llega la hora de los deportes. Y vos decís: Yo no soy mejor que nadie en eso de las matemáticas, seguramente les gano a todos en deportes.
Obviamente descubrís que no es así. Descubrís que de hecho, estás entre los peorsitos, y que como para tantas otras cosas tampoco estabas listo para eso de la competencia rabiosa y la humillación de no poder correr los 100 metros sin detenerte a descansar porque se te escapan los pulmones del pecho.

Y todo esto se pasa, se pasa y se pasa. Noches de ensañamiento pensando en la chica que conocés desde el jardín, jurándote como tantas otras veces que mañana le vas a contar todo, le vas a decir cuánto te gusta ¡Y te importa un carajo que se te ría en la cara! Pero bueno… un carajo es mucha cosa, y mejor no le decís nada.

Cumplís los trece, dejás la primaria y sos un hombre. Bueno… O se supone que lo seas. Hay ciertas pistas de que ya no sos el mismo de antes. Primero que nada, tenés pelos en lugares que pareciera fueron hechos para no tenerlos, pero que por algún motivo ahí están. Ya no podés pasar más de tres días sin bañarte porque el resto de la familia, tus amigos y hasta tus profesores queridos te miran con cara de asco y te señalan la puerta. Descubrís que a las chicas les pasó algo raro también: Mágicamente aparecieron dos protuberancias de apariencia esponjosas y totalmente apetecibles en su pecho, y que te provocan tocarte partes de las que no se habla en la Biblia, que tus amigos más osados dicen jamás hacer y que estás seguro, si alguien se enterara de que vos sí lo hacés, quedarías marcado de por vida como la peor escoria del planeta.
Los otros chicos del colegio empiezan a vestir diferente, ropas sueltas, gorras para atrás, comen chicle todo el tiempo, los más maduros inclusive fuman. Y vos que jugás con los muñequitos de Rambo todos los días te sentís totalmente desubicado. Pero no importa, seguís jugando, pero ahora en secreto y solo, escondido bajo tus sábanas, porque es otra de las cosas que si descubren, fuiste.
Y claro, son todos capos con las minitas menos vos. Vos seguís siendo un nabo lleno de inseguridades, te salen granos y te transpiran las axilas cuando estás frente a una. Vos, y nadie más que vos… Y también te callás todo esto.
Entonces vas a hablar con tus viejos. Les intentás contar cómo te sentís, pero el viejo sólo te recuerda que tenés que estudiar o te va a ir mal en el colegio, y la vieja habla de que sería mejor que te cortaras esas chuschas a las que te gusta tanto llamar pelo, y te das cuenta de que tal vez no haya nadie en este vasto mundo que tenga la capacidad de entender lo que estás viviendo… Porque sólo te pasa a vos, y te da tanta vergüenza…

Entonces un día te sentaste distraido en la plaza, a pensar en lo triste que es la vida y solo que estás en este mundo, cuando un perro (que más que eso es una vergüenza porque no es más grande que tu zapato), te muerde el pantalón y te sacude la pierna. Detrás del perro llega lo que a primera vista distinguiste como un ángel, y se llevó tu corazón para siempre. Se llamaba Sofía, o María, o Delina, no importa… Sin saber vos cómo empiezan a hablar, y se dan cuenta mutuamente que todo el mundo no era tan grande, que de hecho, es ínfimo, diminuto, y que no importa nada más que pasar el rato con esta otra persona. Y descubrís que en realidad hay alguien que te entiende tanto, tanto, ¡que sentís que sos vos mismo hecho mujer! Pero mejor… mucho mejor, porque ella es perfecta, macho, ella tiene unos ojos que nublan las estrellas, y una sonrisa que iguala al sol, y cuando te da la mano, vos sentís que el mundo entero no significa nada.

Pasaron dos meses desde que la conociste, y ella te impregna cada uno de tus poros. Respirás su nombre, soñás su nombre, vivís su nombre. Sos de ella, y lo más importante, ella es tuya. Y sos feliz.

Pasaron dos meses, y llega la librete de calificaciones a casa. Y tu viejo que te mira como si vos fueras el culpable de todos los líos del planeta, y te larga el discursito de que hasta que no levantes las notas no vas a ver la luz del día ¡y vos le decís que no tiene derecho a hacer eso! Pero no importa, argumentás fallidamente, en balde, él es como una pared insensible e impenetrable, y termina todo el griterío, y te quedaste solo en tu pieza, pensando en que jamás vas a volver a ver a Sofía (o María, o Delina, o como sea), y sentís que el mundo se derrumba a tu alrededor, y de hecho sino fueras tan hombrecito estarías llorando… Y lo que te sale de los ojos ahora es porque apretabas la cara contra la almohada, pero no tiene ninguna relación con la tristeza que te posee.

Primero la veías una vez a la semana, pero a ella también se le puso difícil la cosa en la casa, y empezás a verla una vez cada dos o tres semanas, y algo raro te pasa… De repente ella ya no parece ser perfecta, y tampoco parece tan tuya como antes. Empieza a molestarte esa necesidad que tiene de hablarte de lo que siente, bah, vos sólo querés pasar el rato, distraerte un poco. Además, no puede ser que siempre que te dejen salir de tu casa sea para verla a ella, ¿y el partidito de futbol con los muchachos? Pero ella no entiende nada de eso… y encima, para colmo de los colmos, te enterás que hay otro que anda detrás de ella, y ella le da pelota. Ma´sí, yo la mando a cagar.


Y así descubrís que las cosas se acaban, de a poquito se acaban, y te reís de lo que pensabas o decías cuando estabas con ella. ¿El resto de mi vida a su lado? Te reís. Y sos inocente, porque todavía no sabés que vas a repetir esa secuencia un sinfín de veces más antes de realmente aprender la lección (no me pregunten cuántas veces, yo todavía no la aprendo).

Y así pasan los años… Y la vida se vuelve cada vez más y más…. Qué regalo la vida, bella, dulce, motivadora, única, fugaz (o eso dicen… yo siento que llevo siglos acá). Cuando cumplís una etapa respirás aliviado, pensando que las cosas van a mejorar, pero sólo terminan para dejar lugar a una nueva, más dura y complicada que la anterior. Una donde todo lo que aprendiste antes ya te es de nuevo insuficiente, y tenés que aprender nuevas cosas, o mejorar lo que ya sabías. Descubrís que la gente es gente donde te criaste, a donde emigraste y posiblemente donde termines. Y en este torbellino de inseguridades y descubrimientos, empezas a agarrarle un gustito extraño a esa vida, a esa permanente e inagotable fuente de sufrimiento y pena (pero que de tanto en tanto tiene sus merecidos y deliciosísimos oasis, hogar de la felicidad verdadera, de esa que no dura ni un instante, y que en cuanto pasó, ya se te olvidó lo que se sentía).
Y te decís a vos mismo, posiblemente sólo para autoconvencerte, que la vida de cualquier otra forma no sería vida, sería un martirio de aburrimiento, y que preferís que todo sea así, complicado y desafiante.

Y que de todas formas, sólo son unos cuantos años, y desperdiciarlos tomando la salida de emergencias sería una pavada tan grande como lo fue elegir nacer en primer lugar.

Te relajás, tomás una cervecita fría, sonreís a los cielos y cerrando los ojos te decís que ya va a llegar mañana, y alguna vez ese mañana será mejor que el hoy…
La vida es dulce, y siempre lo va a ser, pero sólo una partecita. El resto del tiempo hay que bancársela.



Y ya cierro el texto, porque se volvió infinito considerando el poco contenido del mismo…
Y ahora, hago silencio para todos aquellos que no tienen el privilegio de poder tener una vida como la mía, con el gusto de poder quejarse sobre pavadas como las que aquí leyeron y no del hambre o del frío, de los sonidos que tronan y nos hacen pensar que se viene abajo el mundo, esas gentes que viven en lugares que para mí son invisibles…
-silencio-

viernes, noviembre 18, 2005

Epílogo... Prólogo...

Estoy... vivo... Estoy... vivo.... Estoy... Vivo...

Así me late mi corazón, día y noche sin descanso, recordándome que a pesar del sueño me corre sangre por las venas.

Me dice otras cosas: Me cuenta también que he de vivir hoy, y no mañana, y a pesar de que ayer haya vivido, no puedo seguir esperando que con eso me baste. Me dice, en tono solemne: "¡Levántate y anda!" (supongo que me perdonarán el cliché), y yo lo miro, todavía medio dormido, medio pensando en todo lo que aun no he andado, y le contesto: Es un trecho largo... lo es, me retruca él, pero tus pies no lo saben, y son ellos quienes hacen el paso a paso...



Resulta que sabía un par de cosas el viejo, y yo lo escucho... Lo escucho alzando la vista, encontrándome con mi ciudad coqueta vestida de violeta jacarandá, o celeste, como dice la canción (jamás sabré por qué), y respirando ondo me permito andar de buenos ánimos. Sonrío y digo "¡Ha sido!"... Vuelvo a ser yo mismo.
Gracias, viejo =)


Hay gente que tiene la capacidad de decir las cosas con frases bonitas... yo no, pero sí tengo la de plagiarlos!



"La mayor nobleza de los hombres
es la de levantar su obra en medio de la devastación,
sosteniéndola infatigable,
a medio camino entre el desgarro y la belleza."

Ernesto Sábato
(lo pongo chiquito para que nadie sepa de quién es)
PD: no se gasten en decirme que el texto es incoherente, desvariante y aburrido. Ya lo sé =D.

miércoles, noviembre 16, 2005

¿Qué se ve desde el Faro?

Subo hasta la punta del arrecife, y luego me arrastro un tanto más hasta la cúpula del faro. Enciendo la luz y me encuentro con que puedo mirar de punta a punta cada horizonte. Veo muchas, muchas cosas. Algunas más interesantes que otras, con sabor a cosas conocidas, otras muy extrañas, imágenes raras que vienen acompañadas del olor que el amigo viento me trae. Imágenes tristes, en su mayoría, de gente que se ha olvidado que la música no siempre fue una forma de desahogar la pena, sino más bien un camino para dejarla atrás, o enseñarle a ser pena sin ser miseria.
Aunque claro: Nadie negará que para tomar atajos o apresurar la marcha, como la pena, no hay otra igual. La condenada siempre nos alcanza.

Por eso corro. A veces, no siempre. Pero corro un poco, y otro poco más, y entonces me detengo a pensar que, sin darme cuenta me quedé solo. Y en ese preciso instante, la pena me alcanza de nuevo...

Con esta entrada rápida y apurada me presento ante el mundo de los bloggers (qué horrible pensar que yo también soy uno ahora... ¡Nos atraparán!).

Un saludo.