A la mañana encontraron la carta con todos los datos explicativos del hecho. Lo que allí decía lo entendieron pocos, y los más confundidos fueron los aludidos. Lo peor, ella estaba muerta y ya no podía explicarles nada.
A los padres les dejó dicho que sabía muy bien que les debía la vida, sin embargo, se le hacía imposible ahora devolvérselas.
A su hermano le informó que era él lo más cercano, en esta vida, que tuvo a un padre. Lo irónico fue que para él, ella había sido lo más cercano a una madre que pudo tener en esa vida.
Mencionó luego distintos amigos, muy pocas amigas (en realidad) y amantes. Destacó uno, diciéndole: “Hubiésemos sido muy feliz, lo sé muy bien; pero se me agotó la mecha antes de tiempo. Quizá, de haberte encontrado unos meses antes”. Al sujeto en cuestión se lo vio poco tiempo después, cerca de los arrecifes de San Andrés; se informa que arrojó dos objetos pequeños al mar, presuntamente resplandecientes, aunque difícil garantizar, dada la puesta de sol que nublaba la vista del testigo. Se lo ha tachado de cómplice, aunque luego de distintas indagaciones no se pudieron reunir las pistas suficientes.
Dicen los allegados que Matilde gustaba de los paseos largos y las plazas desocupadas. El florista de la cuadra nos hizo llegar que no pasaba semana sin que ella se hiciera con dos jazmines. Así mismo, el heladero de la calle Independencia, nos cuenta que “un par de veces me pidió un helado de vainilla, para después tirarlo al tacho sin darle ni una probada”.
“Era una persona extraña, pero jamás pensamos que fuera a hacer algo tan extraño”, dijeron sus instructores de pilates. A simple vista, nadie pudo entender a Matilde, ni antes, ni después.
Lo cierto es que ya no la tenemos y la vamos a extrañar.
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Ando con ganas de escribir algo medio diferente, que no sea ni tanto esto que hago ahora (que no es nada realmente) pero tampoco que sea lo que hacía antes. Algo como.... no sé. Algo como "escribir de verdad".
Ya veo qué pasa.
Gracias por leer, un saludo =)