lunes, marzo 21, 2016

collar

Hace unos años mi vieja me regaló un collar. Lo compró en la feria de pulgas, donde los hippies de la nación exponen sus artesanías y las intercambian por unas monedas.
El collar estaba bien, bastante bien. Pero cuando me lo puse, al verlo en mí, me sentí ridículo. Había algo de flacucho usando musculosa que no cuadraba entre ese collar y yo. No eran los músculos, sino alguna otra cosa, que se podría decir me faltaba para llevar el collar con dignidad. Me avergoncé de mí mismo y me lo quité, no volví a usarlo.

Pasaron algunos años de este regalo, y a mí vieja le llegó la hora. Que en paz descanse, ya no está entre nosotros. Quizá hice una entrada al respecto quizá no hice ninguna. Da más o menos lo mismo, digamos que nadie puede entenderme, salvo quien me entienda, y quien lo haga no necesita que se lo explique. Así que los que entiendan, hagan una pausa y conéctense con el sentimiento que acredita lo que acabo de decir.

Pausa aparte. Pasaron algunos años luego de esto;  un día me encontraba acomodando mis trastes para mudarme de una vivienda a otra, cuando me encontré con este collar, la sensibilidad de mi ser me llevó a usarlo. Era un regalo de ella, no importaba cómo me quedara. Lo usé y no pensé mucho en ello.

 Me lo probé y al verme, esa sensación de extrañesa se había perdido: el collar me quedaba perfectamente. Me observé largo rato, estaba bastante bien. En realidad, mi apareciencia había mejorado bastante.

Hay dos explicaciones que encuentro factibles para este hecho, siendo la primera la más aburrida, y la segunda la que yo realmente prefiero acatar.

Digamos que mi mente, órgano de infinita complejidad (como cualquier mente...), se vio alterado y afectado por el regalo recibido, proviniendo de tan alta autoridad moral, se dejó influenciar. Acató el comando y pasados los años, fue formando mi cuerpo de forma tal que un día, al utilizar el collar, se sintió cómoda en él. Bueno, esto es sumamente posible, y aburrido.

La opción alternativa, la que más me gusta, es... Que simplemente cuando mi madre vio el collar, encontró un no sé qué en él, y supo a ciencia inexacta, que ese collar iría bien conmigo. No importaba quien era yo en aquel entonces, ella como madre que era, conocía mi ser en esencia, y sin falta, ese collar iría bien conmigo, llegado el momento adecuado. El momento llegó como 5 años después.

Curiosidad I

Soy la clase de hombre que se va a dormir con un cigarrillo en la mano.
No porque quiera morir ardiendo. Sino más bien por curiosidad.
Me da curiosidad saber qué se encontrará allí, entre las llamas
que nacerán en mis sueños, y las llamas que habrá en este otro sueño,
al que llamo realidad.

Me da curiosidad pensarlo. Qué clase de epifanía aguarda a quien tenga por destino tal fin.
Pero a la fecha, sigo despertando con tranquilidad...