martes, diciembre 30, 2008

domingo, diciembre 21, 2008

lalala

Entré al bar para encontrar respuestas, aunque sabía que lo más seguro era que sólo me topara con problemas. Pero no importaba: ella había muerto y ellos sabían algo; eso era lo único que importaba. Pateé la puerta porque la simple idea de mi mano sobre ese picaporte me asqueaba, quizá no fuera la mejor manera de presentarme, pero definitivamente causó una impresión. Los ojos de la clientela –en apariencia habitual- se desviaron de sus tragos para estudiarme, pocos voltearon sus caras a mí, como buenos maleantes no era ésta una de sus costumbres. Qué habrán concluido tras su estudio, no lo sé, pero presentí que algunos estaban mirando lo que ellos llamarían “un hombre muerto”.

Me acerqué, primero que todo, al cantinero. A juzgar por la piel que le cubría el cráneo, era un hombre con experiencia en entrevistas personales, de esas que solemos llevar acabo las personas como yo, dispuestas a encontrar respuestas hasta en las tierras más áridas. Solamente con sentarme frente a él, quedó bien claro, “no sé nada”, me dijo con un tono poco hospitalario, que debo admitir, me ofendió ligeramente. Le mascullé alguna amenaza típica, “más te vale que empieces a saber” o quizá “no hará falta que mi amiga –mostrando culata de mi pistola- te haga recordar ¿verdad?”, y me preparé a un golpe en la nuca, era el tipo de lugar donde los de mi clase no eran bienvenidos. Y fue una buena idea prepararme, pues al momento llegó, una botella de whisky pasó volando sobre mi cabeza, la esquivé justo a tiempo. Tomé de la mesa uno de esos simpáticos vasos para tragos cortos, y se lo reventé en la cara a un matón de dos pesos, que se tambaleó hacia atrás. Prontamente unos cuantos de sus más finos amigos se abalanzaron para saldar cuentas conmigo, pero yo no tenía tiempo, tres descargas de mi buena 9mm los dejó totalmente inservibles –supuse que no andarían saldando cuentas de nuevo en la brevedad- y me volví al cantinero, “¿ya empezamos a recordar?”. A pesar de todo su cara aun era de pocos amigos –yo creía que ya para estas alturas seríamos prácticamente íntimos- pero se dignó a contestarme, “qué quieres saber” me preguntó, mientras se daba vuelta para servirme un trago.

Charlamos un poco, descubrí algunos datos importantes, y mi nuevo amigo se dispuso a servirme un tercer trago, o al menos eso pensé en mi inocencia, cuando volteó hacia mí nuevamente cargaba en las manos una de esas bonitas escopetas de doce cartuchos, con acabado de negro mate. Reaccioné a tiempo golpeando su cabeza con mi pistola, disparó al aire haciendo un desastre con las mesas vacías del local –aunque personalmente me pareció algo positivo, aquel establecimiento pedía a gritos una redecoración-.

Me acomodé la canadiense y guardé mi 9mm, miré en derredor y empecé a caminar; los quejidos de mis anfitriones eran, aparte de mis pasos, los únicos sonidos que aquella noche ofrecía. Parece que a la pobre le habían firmado la sentencia de muerte hacía tiempo, pero la ejecución se demoró; eso suele ocasionar problemas en mi oficio, rastrear quien dio la orden se vuelve más complicado y, a veces, hasta imposible. Pero el caso me había intrigado y yo estaba dispuesto a seguirlo hasta el final a cualquier precio. Además, se veía realmente bonita en la foto que había visto, y ninguna chica tan bonita puede ser muerta sin un justo castigo. Así que acá andaba yo, repartiendo nalgadas.

Me subí al auto y emprendí viaje, tras la conversación llegué a la conclusión de que mi próxima visita debía ser a un viejo empeñador que vivía entre la 38 y la 86, calles de mala muerte si las hay, y peor aun, la esquina en la que se cruzaban. Un viejo alemán de malos modales y pocas palabras, hacia él me dirigía, antes de bajar del auto me armé de mi mejor manopla, recargué la pistola, preparé unas cuentas palabras realmente duras y prendí un cigarrillo para disimular mi nerviosismo.

Cuando abrí la puerta sonó la clásica campanita que colgaba encima de ésta, era un sonido que, debo admitir, siempre me había agradado, una buena manera de hacer sentir al visitante bienvenido, un detalle que me pareció extraño para aquel establecimiento. Saludé cordialmente, rompiendo con mi manopla algunos escaparates. El viejo corrió hacia lo que supuse era el escondite de algún arma de alto poder, pues sabía de oídas que poseía quizá una Kalashnikov o una Remingtong 12/76 –no importaba, cualquiera de las dos me dejaría una bonita sonrisa para mamá cuando me retirara de la morgue- así que sin dudarlo disparé contra su pierna izquierda, la sangre pintó paredes y pisos por igual y el alemán quedó en el suelo, retorciéndose.

Sabía que el viejo era demasiado duro para hablar, sin importar mis cualidades para conversar, mi simpatía o mi ingenio, así que no pregunté nada, me acerqué y comencé a patearle las costillas, con una dedicación admirable. Escupía sangre por la boca, y también la chorreaba por la nariz, un poco entremezclada con mocos. Pero el viejo no estaba asustado, sabía que yo era un blando y no iría demasiado lejos. O al menos, eso había pensado de mí hasta aquel día. Estuvo dispuesto a conversar recién después de que le quebrara todos los dedos de la mano izquierda. Pregunté cosas típicas, quién había dado la orden, por qué, para qué, dónde estaba ahora.

El viejo hablaba ahora por todo lo que no había hablado en su vida, me decía que yo no entendía nada, que la cuestión no era tan simple, que en realidad la chica nos había embargado a todos, que era demasiado bonita para este mundo y que nosotros no la merecíamos, que había jugado y había jugado a lo grande. Hombres poderosos cayeron por culpa de ella, de sus ojos tan bonitos, de esa sonrisa tan amplia y seductora.

Lo escuché en silencio todo el tiempo y medité largamente, sentado a su lado. El viejo me miró con una sonrisa irónica, todo el rostro cubierto por un coctail de sus propios fluídos, y al final me dijo: “largo ya, chiquillo, a ver si encuentras a tu bella Wahrheit”. Y yo le hice caso, al final creo que hasta me cayó bien el alemán, así que una vez en mi auto le llamé una ambulancia y todo, mientras prendía un segundo cigarrillo, esta vez no para disimular, sino para calmarme.

Seguí mis pistas, las seguí lo mejor que pude, y a cada paso sentía encontrarme con más incógnitas que respuestas. Cada sospechoso me remitía a otro aun más difícil de conseguir, con más tiempo en las calles, con las raíces más metidas en la sucia tierra del mundo en el que solía moverme. Tenía el presentimiento de que en alguna forma, todos éramos un poco culpables del asesinato de la chica, y durante toda mi investigación, las palabras del alemán me zumbaron en los oídos, como un odioso mosquito. Era verdad: yo no entendía nada.

Al final llegué a las puertas de una vieja iglesia del barrio Negro, toqué la puerta con dos golpes… de mi granada. Voló en pedazos, dejando astillas y fuego por todas partes. Caminé entre los escombros, y me acerqué lentamente a un hombre golpeado en el suelo, la explosión lo había arrojado contra una sólida pared; parecía aun confundido cuando lo alcé por las solapas de la sotana: “viejo inmundo, habla ¡¿por qué?!”.

Pero no estaba solo y, como el trueno que anticipa la tormenta, los pasos coordinados de un tropel de monaguillos nos rodeó; luego, una violenta lluvia de balas se desplegó sobre nosotros. Salté con el cura a rastras hasta un banco cercano, y desde él combatí con los monaguillos. Tuve que hacer uso de mi bazuca, con la cual volé por los aires al menos unos quince de ellos, todos muy curtidos y prestos al combate. El humo y los trozos de banco me permitieron reubicarme en una posición más estratégica y, desde ella, acribillar una buena cantidad del resto con mi Tommy de toda la vida, un hermosa escupidora de plomo. El resto se dispersó aterrado, mi reputación me precedía.

Volví al cura y continué con las averiguaciones.

-Habla, bastardo…

-No lo comprendes, no era nada contra ella.- comenzó a explicarme, mientras tosía –Era cuestión de supervivencia, la gente que oía de ella abandonaba nuestra amada Iglesia, se marchaban para buscarla, para encontrarla...

-Eso nada tiene de malo, la gente es libre, debería poder hacer lo que quisiera.

-Tú no entiendes…

Pero no alcanzó a terminar la frase, un dolor agudo me dobló la espalda, y un estruendo familiar -el ruidoso disparo de una .38- interrumpió su discurso. Caí de espaldas, y me retorcí para observar a mi asaltante. Una segunda descarga calló para siempre al cura. Era el alemán, lo supe aun antes de caer al suelo.

-Tiene razón, aun no lo entiendes- dijo mientras caminaba hasta mi lado, se acuclillaba junto al cura y le cerraba los ojos, afectuosamente –No lo entendiste antes, y no lo entiendes aun hoy.

-Explíqueme- intenté exigir, pero un vómito de sangre volvió quizá inentendible mi intento. Aunque el alemán pareció entenderme, y prosiguió:

-La chica… nunca existió.

Se quedó callado, se puso en pié y de su abrigo sacó dos balas de revolver, reemplazó los casquillos vacíos, con un poco de dificultad a causa de su mano vendada, y volvió a hablar.

-Los hombres se enteraba de ella a oídas, y salían en su búsqueda. Se perdían. Algunos cruzaban todo el mundo persiguiéndola, encontrando pistas aquí, pistas allá, pero ningún dato concreto. Algunos hasta se recluyeron en montañas perdidas. Muy malo para los negocios, ciertamente, muy malo.

-Aun no comprendo, qué hay de mi caso, la chica muerta, las fotos, los testigos…

-Todo fue una invención. Lo fabulamos, para que así ya nadie la buscara. La chica no existe, y nosotros no queremos que exista. Pero desmentir un mito es más difícil que inventar un nuevo, y henos aquí ¿aun no lo entiendes? Nosotros te contratamos.

-imposible…- mascullé, sintiendo el amargo sabor de la certeza en mi garganta, todo lo que decía tenía sentido.

-Resígnate, chico, nadie ha visto jamás a tu querida Wahrheit, y por lo que a ti respecta, nadie la verá, estás acabado.

De nuevo, el amargo sabor en mi garganta, no de bilis, sino de la convicción de que lo que escuchaba era cierto. El tiro que me había dado golpeó mi columna, y se incrustó en mi estómago, yo era un hombre muerto con resabios de vida corriendo por mi cuerpo. El alemán se me paró al lado, y apuntó su revolver hacia mi rostro. “Ningún hombre debería desangrarse hacia su muerte” dijo, con esa sonrisa suya, esta vez limpia y clara “Debo admitir, llegaste a caerme bien”.

martes, noviembre 25, 2008

Sín Título XI


Este dibujo como que ya lo hice alguna vez

domingo, noviembre 23, 2008

ARRRRRRGHHHH


___
[].




miércoles, noviembre 19, 2008

Arte

Música y Animación:
Juan y yo

lunes, noviembre 10, 2008

jueves, octubre 16, 2008

El Barquito de Rubén Blades


Dibujo con lapicera común y corriente mientras la Juli hablaba por teléfono con no sé quién. Anotados atrás los discos de rubén que tengo que bajar...
Admiren.

viernes, septiembre 19, 2008

Lluvia

Con estas noches de primavera,
que me inspiran el alma y aflojan la lengua,
no me aguanto y he de decir
que me gusta la lluvia me gusta
porque tiene olorcito rico...

domingo, septiembre 14, 2008

Le rosé de l'stigié


La rosa más bella, más cerrada, más espinosa.

martes, septiembre 02, 2008

Posibles errores graciosos en la literatura fantástica


A la boca de la oscura caverna, en la fría noche, el dragón se detuvo temoroso imaginando al terrible caballero que pudiera habitarla.


Fe de erratas: donde se lee dragón, debiera decir caballero, y viceversa.

lunes, agosto 18, 2008

domingo, agosto 10, 2008

Hola

Tintas chinas:

Soplado (?)lavandina =9
Plumín

viernes, julio 18, 2008

Rotolocoria II

-Claro, justamente, o sea; ella es una mujer machista.
-¡CLARO! Esto es demasiado, hemos comprendido prácticamente todo, o al menos, todo lo que en verdad tenía algún sentido comprender.
-No. Realmente comprendimos todo.

TOC TOC TOC. Andrés se paró a abrir la puerta. Del otro lado estaban Mefistófeles y Gabriel, uno en alpargatas y el otro con zapatos de goma. Los dos con sus respectivos abogados -al fondo de todo nos miraba tranquilamente Fausto.

Entonces nos dicen:
-Vamos, chicos, ya son demasiado grosos para este mundo.






Y como nos dijo una vez Virgilio: flectere si nequeo superos, Acheronta movebo. Qué se puede decir después de eso. Solamente:
Fin.

viernes, julio 11, 2008

A estos hombres solos

¿Qué es de los hombres que se aventuran a la vida de soledad? No me refiero a aquellos que de todas formas se cobijan bajo alguna fe endeble, o un principio de noble carácter; hablo de los otros, los que nadie admira y, que de hecho, son mirados con ojitos desdeñosos al saber de sus prácticas, costumbres y hacedurías. ¿Qué es de ellos?¿Son felices alguna vez?¿Son más felices?¿Lo serán menos, acaso? Nos preguntamos todo esto por mera curiosidad y, sin embargo, tal vez sea importante responder, para nosotros y para ustedes.

Porque ha llegado a mi sensibilidad, que son pocas las personas (y menos aun las mujeres) que entienden a éstos, los hombres solos. Se pasean por allí, por las calles, se miran entre ellos y se reconocen, pero sin exteriorizarlo; a veces intercambian palabras, pero se alejan los unos de los otros: la máxima soledad es en su propia compañía. Prefieren en cambio el engaño leve, el juego nimio social, donde pareciera que interactúan, pero de estudiarse en profundidad cualquiera de estas supuestas relaciones caerían como una vieja teoría obsoleta; así de fácil.

Fingen complicidad con las personas más simples, y juegan a que entienden a todos, sin entender a ninguno. Se dejan caer en los abismos ajenos, pero mantienen a todos en el porche de sus almas; porque para ellos todos son extraños, todos y hasta ellos mismos.

No soy el primero que se aventura a hablar de estos animales sociales; no, no, lejos de ello los ha habido muchos, más capaces, más críticos, más retóricos, más todo. Algunos de estos justificaron la elección de estos hombres solos bajo el emblema de “miedo a ser heridos”, dijeron cosas tales como “el que se quema con leche, ve a la vaca y llora”; y es cierto que yo me veo tentado a darles la razón. Sin embargo, luego de relacionarme largamente con esta subespecie de la humanidad, concluí que no hay fecha de partida a esta autoimpuesta soledad: la acarrean desde toda la vida, y generalmente lo hacen para toda la vida. Es un pánico para aquel que llegue a encariñarse de alma con ellos.

Otros llegaron más lejos: simplemente no les interesa. Así dijeron, y creí que tenían, sino toda, casi toda la torta de la razón. Es que es muy fácil confundirse: uno se zambulle a charlar con ellos, y prontamente descubre ese desinterés, esa incansable actitud de no impresionarse, una ausencia de curiosidad casi infinita por nosotros; es odioso, realmente. Es odioso sabernos prácticamente inexistentes para ellos. No es, sin embargo, algo que se note automáticamente, debemos esforzarnos por buscar los detalles, las muecas imperceptibles: estos casidegenerados son de bostezar con los ojos o desperezarse en las pestañas, porque han arrastrado todas sus emociones a lo más profundo de sus seres; y aquello que sus caras, sus pelos, sus manos, en fin, sus cuerpos reflejan, no es otra cosa que un acto estoico (creíble, pero acto al fin). Y aun cuando esto sea verdad, insisto en que no es esta la cuasa de su soledad, sino más bien que su soledad es la causa de su desinterés. He descubierto que estos hombres han dedicado largos años de su vida en intentar lograr lo que para todos los demás es natural e inconsciente: comprender al prójimo. Largos años han invertido, y sin embargo, ha sido fútil, pues escapa a sus intelectos y (en especial) a sus corazones la manera en que pensamos, sentimos o creemos las personas. Tal vez sea esta la razón de su soledad, pero no es algo que yo haya comprobado.

Es aun más profunda la fisura que existe entre “ellos” y “nosotros”. En su intento por acercarse a nosotros logran más que nunca la distancia –distancia que es ahora insalvable, inexorable-, porque es a ellos nuestra compañía una especie de vínculo redentor, buscan en el contacto social un cable a tierra que los devuelva a la realidad. Así es: estos hombres solos no son otra cosa más que fantasmas. Qué triste, triste vida la que estos hombres llevan.

Los hay de muchas clases, pues así como ninguna persona es igual a ninguna persona, padecen ellos del mismo mal, o gozan del mismo don, se mire según se mire. Los hay rendidos, perdidos a la vida real, escapados u olvidados; no desean ya integrarse, no desean -en realidad- ya nada, ni de nosotros ni de nadie y, posiblemente, ni de ellos mismos tampoco. Los hay, en cambio, otros que luchan (son éstos los que han sido el foco de mi breve análisis, pues de los otros ni una palabra logré arrancar, tan parecidos a una lápida andan); luchan, algunos, por ser comprendidos, otros, por comprender; creen los primeros que no han hecho nada malo, y desean compartir lo que sienten, convertir quizá a algún transeúnte distraído; los segundos, en cambio, desean arrancarse la soledad del alma, y se desesperan lanzando manotazos de ahogado, estirando los dedos para alcanzar algún leño imposible; es importante comprender que todos ellos: los rendidos y los que luchan, todos ellos por igual, se ahogan invariablemente. Pues no es este un mundo hecho para los de su clase.

Los he visto en todas partes, por lo tanto, no deseo que se confunda esto con el estudio de alguna clase marginal, son en verdad numerosos –incómodamente numerosos-; se encuentran en todas partes: atendiendo el supermercado con sonrisas espléndidas, lanzando guerras a mundos perdidos, leyendo algún libro de contenido inútil, predicando la palabra de algún dios largamente muerto, tirados en una plaza (olvidados) o en medio de alguna familia tipo. Es decir: en todas partes. Inclusive podríamos arriesgar que, estos hombres solos, son la misma humanidad, pero nadie aquí tiene tal coraje.

martes, julio 08, 2008

dibujo2



k A d O n G a - LABURING TIME!!!! 1/6 un pto para Kady! dice (02:27 p.m.):
che.. Ale y el Fran tienen un virus en su msn ...

jajajaa.. perdón celeee

Dibujo

Photoshop

Esto lo dibujé copiando de una foto, usando la tableta bendita.. Es más fácil que con el mouse jajaj, en realidad es difícil igualmente pero te hace doler menos la espalda (cosa que se agradece).
En realidad, es como otra cosa.
Es decir: esto es esto y aquello es aquello, que sería que lo mismo no es lo mismo que lo mismo. ASí, no es igual lo igual a lo igual (?).

Sí, ya sé.. basta.

lunes, julio 07, 2008

Rotolocoria I

Ilibanear balsicamente, pintulpeando;
aplastulando la mistulicardia, la metacarpia.
Salpráctica, salmástica, salmística

Mitúfira, másica merfalidadia
dádivo meridiónico, ernosio, almasana.
Epatalurgia del claroplasto, del metadorsio.

¿Pnisco misco disco tisco? Almisco.
Perisco, renisco, denisco... nisco.
Nisco niscórico, níscoramente: nisco.

Porplesto quelástida de la isístida
llavesmo nos los amores, las amurgias;
hermosas, línfidas, menistoras: las vidas.

Eplástica consecuencia, metamófora;
aplastúlica esistidencia, la vida; la mófora
melófora del mísplido terrasón.

Xixo xexizo.

viernes, julio 04, 2008

Mi hermano compró una tableta digital


de esas que te dejan dibujar en la compu :D

martes, julio 01, 2008

La Ventana XIII

Número incompleto, se me volvió muy largo de hacer y la verdad que no me puse a terminarlo, aunque ya está terminado en la cabeza.. falta dibujarlo nomás (lo más fácil... *rolleyes*).

asdfsadfasdfasdf
Surgió a base del dibujo que seguramente reconocerán entre los cuadros



Página 1



















página 2






















página 3

lunes, junio 23, 2008

Descripción VII

Me siento muy bien. Miro por la ventana y dejo la mente correr, que se vaya allá lejos y mire lugares tristes; que se contamine un toque de esa mugre, a ver qué le pasa. Pero se mantiene indiferente.
Se siente muy bien. Me mira desde allá lejos -mi alma- mientras estoy sentado en la ventana, mirando lugares cercanos, pensando en cosas comunes, distraído y divertido. Así me encuentra ella, y se ríe, acordándose de otras épocas.
Se pregunta luego, para que yo la escuche y me pregunte a su vez: qué son la verdad, la libertad y la realidad.
Y después se aleja pateando una piedrecita. Seguí en tu caída multiculor de tobogán de seda, me dice, y yo le hago caso.

miércoles, junio 18, 2008

dibujito


Composición de equilibrio dinámico (?), tinta china negra y carmín (L)

Esto para esos que dicen que tengo creatividad (miren como me plagio a mí mismo)

martes, junio 17, 2008

Bajo el Sol

Es cierto; bajo el sol se balancea, con el nudo comiendo su piel, aquel que robara dos huevos y un pedazo de pan duro que luego fuera su hiel; porque es esa la vida que toca vivir al que tiene hambre y hasta a veces frío.

Sabés qué, y los otros hacen ruído, porque nunca terminan balanceándose. Mucho ruído que rompe los huevos, huevos que se roba el pobre tipo que se caga de hambre.

Siguiendo con el huevo: a mí me importa un huevo que la gente se cague de hambre. Pero cómo hacen ruído los otros. La verdad, que podríamos irnos todos un rato a balancearnos bajo el sol.

Gracias Góngora (soy un poeta maldito).

lunes, junio 09, 2008

toing

...se supone que tenía que estar bueno esto.. pero después me di cuenta de que no sabía dibujar cuerdas...

sábado, junio 07, 2008

Descripción Insufrible o Confesión en Menos de Tres Páginas.

Comentarios aparte: la vida es un coil mortal.
Afirmación que pocos van a estar listos -en su pobre estado de iluminación- para entender. Ciertamente que es ésto y no otra cosa (la vida). Ciertamente, porque no se puede negar.
Nos encontramos poco informados de las cosas que hemos de enfrentar; ni se nos dice tampoco cómo las hemos de afrontar; mucho menos nos enseñan qué hacer cuando -simplemente- metimos la pata.
Es últimamente más fácil que nunca rendirse: darle la espalda a los momentos decisivos en los cuales pisamos inocentemente la cáscara de banana que tiráramos antes (con no tanta inocencia). Es más fácil que nunca ser inciertos, divagarnos a nosotros y a los demás; cuán sencillo encuentro hoy día dilatar la verdad. Qué simpleza hay en negarme a mí mismo, con un gesto solamente. Ni siquiera hace falta caer en las formalidades de la retórica, ni siquiera.
A vos te digo, que me oís día a día, que no me hagás tanto caso; que en verdad tuve demasiado tiempo libre entre las manos, que en verdad descreo de todos y todo, o lo que es mucho peor: descreo simplemente de mí (mucho peor, mucho más fácil).
Si yo soy irreal: qué realidad puede haber más allá de mí.

Qué lindo juego el que nos inventamos. Jugar a que nada es juego. Pero de todas formas, tantos disfraces, tantas pinturas y polvos para enmascarar.

De alguna forma siempre recaigo en esto; de alguna forma -como si fuera un resorte mi alma- se estira y a algún punto se corta el hilo; y se retrae, violentamente.
Como en Romper Algo, porque en verdad que siento en la boca un gusto muy parecido, o a ese otro que hice una vez pensando en la mujer que fuera de mi vida... Pero pasó tanto tiempo de ese día a hoy, y sigo siendo tan el mismo. Tan igualmente pelotudo.

Y te andarás preguntando qué carajo tiene este post que ver conmigo. Es válida la pregunta... tampoco sé bien. Pero al final, si me senté a escribir y fue por algo que dijiste, entonces tiene todo que ver. Aunque en el fondo no importes. Ni vos ni yo.
Estaría bueno que supieras entender, no sé bien qué pasaría si eso pasara.

Un beso, che

viernes, mayo 30, 2008

El Espacio de los Testigos de Yabraham

Esto es un coso que armamos una vez con Seba, y ahora lo retocamos un poco.

Lo subo acá para que se rían =D

______

El doctor Gregorio Mocha Roma responde las inquietudes sexuales y médicas de los turbados espíritus de nuestros seguidores.

Doctor:

Soy calvo de los catorce años y aunque lo oculté astutamente durante mucho tiempo bajo sombreros, bisoñés y fingiendo tener leucemia, hoy, a la edad de los veintisiete años, me hice un implante capilar. Visto y considerando que en nuestra religión los transplantes son pecado: ¿He incurrido en grave falta?

RTA: Como le dijo Yabraham a Roldán en el desierto: “… ni cien pelos de ellos valen uno tuyo…” (libro XI, versículo XX). Con ello os corresponde diez péntacas en el infierno por cada pelo transplantado.

Haced la cuenta.

Querido guía espiritual, Dr. Mocha Roma. No revelaré mi verdadero nombre, pero espero sepa escucharme igual. La cuestión es que un mes atrás acudí a los lascivos servicios de una mujer pública. No fue premeditado; el demonio se apoderó de mi bajo vientre. Días atrás, descubrí una sucesión de ronchas purulentas que giraban en torno a mi órgano sexual y que parecen coronarlo en su ápice, sin olvidar el hediondo olor que despide. ¿Qué debo hacer? ¡Estoy desesperado!

PD: No se olvide, doctor, que yo tengo esposa, hijos y un considerable puesto en la administración pública.

RTA:

Para su cuerpo: Hacer batimento con mandioca y cáscaras de plátano brasilero en un frasco de mayonesa Helmman’s a medio usar. Dejar en reposo un día. Agregar sal gruesa y, luego, introducir el miembro afectado en la mezcla durante seis horas. Después de retirarlo, desgastar las asperezas del miembro (preferentemente tieso) con una lima.

Para su alma: No pierda tiempo y acérquese a cualquier templo de Yabraham con generosa predisposición.

Doctor y hermano Mocha Roma: Soy Alberto de Salsipuedes; Dios me ha dado larga vida, ya he pasado la barrera de los 80 y allá por el año 52 tuve mi primer y único contacto físico con otro hombre. Acercándome al final de mis días temo por la seguridad de mi alma. ¿Qué habrá de pasarme cuando atraviese el umbral de la muerte?.

RTA: Vuestro retorcido culo arderá en las llamas del infierno.

Anoche haciendo zapping en la TV, me detuve unos cinco minutos en el canal I-SAT. Al principio vi dos manchas anaranjadas que no pude distinguir, pero conforme pasaban los segundos las manchas volvieronse algo reconocible: eran dos cuerpos desnudos frotándose. ¿Qué debo hacer?

RTA: Hermano, habeis pecado y no tenéis nada que puedais hacer, al infierno os iráis.

Querido Dr. Mocha Roma: Llevo cuarenta y tres años de casado y, para avivar la llama de la pasión en mi relación con mi querida mujer, se me ocurrió pedirle que vistiera un disfraz, ¿se considera esto adulterio?, y en caso de que el atuendo fuera masculino, ¿me convierte esto en homosexual?

RTA: Sí.

Admirado Dr. Mocha Roma:

Salúdolo a usted muy atentamente para referenciarle mi experiencia tan mancillante. Quiero confesarle un extraño arte que cultivo desde mi adolescencia. Hoy tengo 45 años, y ya se me vuelve evidente que es un hábito que no podré dejar, por más que intente. Mi arte en cuestión es utilizar la suave arcilla para transformarla de una maza informe en la potencia de un miembro masculino (viril y magnífico). Debo confesar, además, que en ocasiones he sido tentado por la visión, y terminado acariciándolas y hasta inclusive dándoles un suave beso.

¿Qué debo hacer?¿Es realmente esto una falta? Cabe destacar, Dr., que nunca he incurrido en la violencia rectal, ni hacia mí ni hacia otros. Las figuras son sólo arcilla, y aunque referenciales, no son el objeto en cuestión.

RTA: Ante los ojos de Dios, es tanto carne la roja sangre como lo es la roja arcilla. Ya díjolo Yabraham al elocuentísimo Telegnosis (Tele de lejos, Gnosis de conocer): “¿Y no es acaso lo mismo, cuando lo sienten tus manos, la roja arcilla, como si apretaras el fuerte gaznate de una serpiente ciclópea?”.

martes, mayo 27, 2008

Sin Título X

Esto lo escribí en realidad en el 2002, estaba boludeando y me llamó la atención que no tenía título.. Bueno, lo releí y me causó gracia. Este era otro yo jajaja, distinto del que anda hoy.
________________
No aparece por ningún lugar!" gruñía y resoplaba el niño, mientras arrodillado buscando por debajo de un sillón que estaba en su sala de estar, la cual, generalmente, estaba ordenada. Pero hoy no, era un desastre, ya que él se había pasado la tarde dando vueltas toda la habitación.
Cansado y derrotado se sentó a punto de llorar: "¡no está!" gritó una vez enojado, "¡no está!", dijo fuerte una 2da vez, "...no está..." sollozó por último. Había perdido el anillo, y ahora lo buscaba por doquier, pero éste se rehusaba a aparecer como si, de verdad, no quisiese ser encontrado.
Una ardilla, juguetona, saltó sobre su ventana, luego al suelo, y con un ágil trote, llegó hasta su rodilla. Se encontró con el niño que tenía el rostro lleno de lágrimas, y éste la miró con atención, era la 1ra vez que una se le paraba tan cerca. Pero pronto recordó su anillo: "Ardilla ¿Acaso sabrías dónde encontrar mi anillito?",
preguntó sabiendo que nada le contestaría. Pero como este es un cuento mío, puedo jugar con cada personaje a mi gusto, por ello: "No" respondió el animalejo dejando atónito al pobre niño que de un salto se sentó en el sillón.
"¿Qué pasa?¿Tengo algo entre los dientes?" pregunta la ardilla.
"¡Tu hablas!"
"claro..." replica de nuevo el animal con expresión de obviedad, "ahora que está claro, dime: ¿De qué anillo hablas?"
"Es uno redondo y dorado, lo he perdido"
"¿Dónde?" preguntó ella
"Aquí..." dijo él
"¿En esta pieza?"
"No... en el mundo." respondió finalmente.
La ardilla se quedó pensativa unos momentos, y luego con aires de sabiduría dijo: "Pues es un basto lugar para buscar..."
"¿Me ayudarás?" inquirió él.
"Posiblemente..."

Ambos comenzaron a buscar. Salieron de la casa y continuaron su búsqueda. Pronto habían cubierto todo el barrio, y luego la ciudad, y el anillo, seguía sin aparecer. En eso se acerca un búho, que mira a la ardilla con grotezco apetito, pero luego ve al muchacho, que es más grande de lo que podría comer, o tratar de vencer, por ello se limita a decir: "oh, un niño y un ardilla ¿qué los trae por aquí?"

"Él es un niño y yo un ardilla. Hemos venido a buscar un anillo" explicó el animalejo dando un salto al frente.
"Vaya vaya, ¡qué pareja más inusual!" burlaba el Búho mientras volaba en círculos sobre sus cabezas. Luego se asentó y se acercó al muchachito:
"¿Es tuyo ese anillo?"
"Era mío, y lo perdí... ¿sigue siéndolo?"
El búho pensó contrariado, mas luego retomó su anciana sabiduría y explicó:
"Lo tuyo es tuyo, tanto como mío, pequeño, y será de quien lo encuentre"
"entiendo, y es justo. Yo lo encontré hace tiempo, pero ahora lo perdí."
El búho satisfecho por su respuesta, de un impulso salió volando. Ahora iba en busca de un anillo, y ya eran 3.

Siguieron rumbo el muchacho y la ardilla, y se perdieron en un campo desértico, buscando el dorado anillo. La ardilla sentía mucho calor, por eso el chico la puso en su bolsillo, allí había sombra y era más fresco que el suelo. La joya no aparecía, y el tiempo se volvía eterno y el calor insoportable. Pronto alguien les habló:
"pst" chistó algo a sus espaldas "por aquí, chico, ¿qué te trae por estos lugares?" la voz tenía acento cubano.
El muchacho miró a su derecha, dónde vio sólo a una lagartija, pero luego de hablar con un búho y un ardilla, ésto no le sorprendió demasiado.
"Hola, don lagartijo, son un chico, y ésta es un ardilla. Ambos buscamos un anillo. Además el búho lo está haciendo, dice que será de quien lo encuentre, porque yo lo perdí pero antes lo encontré."
"El búho es muy sabio..." comenzó a decir la lagartija, "pero es además un embustero. No confíes tanto en él. Además, si le escuchas, te confundirás: ustedes son dos, si lo encuentran ¿de quién será?"

Ardilla y muchacho se miraron pensativos. Finalmente el niño dijo:
"Es un anillo mágico. Cuando lo encuentran personas en grupo, se multiplica para que todos tengan uno."
"¿Es eso cierto?" preguntó el lagartijo.
"Sí"
"Bien, entonces, iré con ustedes." replicó sonriente el extraño lagartijo.

Muchacho, ardilla y lagartijo, marcharon en busca de la pequeña joya. Mas pronto ya habían buscado en todo el continente, y no había rastros del anillo. La lagartija se impacientó, y preguntó:
"Muchacho... ¿Cómo es esa joya?¿Brilla?¿Hace ruido?"
"Hmmm, esa joya es mágica, como le dije antes. Tiene el poder multiplicarse para que todos los que la encuentran se lleven una parte, y además, tiene la facultad de liberar todo lo que toca. Brillar, brilla mucho, pero sólo se la puede ver cuando se la encuentra..."
"No lo entiendo ¿cómo planeas que encontremos algo que sólo brilla cuando ya se lo ha encontrado?"
"No lo sé, señor lagartijo, yo no planeo nada, sólo busco. Si no desea acompañarnos, no tiene porqué hacerlo." dijo un tanto sorprendido de la queja del animal.
"Oh, no, claro que deseo ir... sólo trataba de traer coherencia a la situación."

¿Coherencia? Un muchacho charlando con dos animales de bolsillo en búsqueda de un anillo mágico... ¿Coherencia?. El búho apareció desde el cielo y se paró al lado del muchacho y sus amigos:
"Niño, me has engañado. Ya he recorrido todo el mundo, y no he encontrado nada."
"Sucede que sólo brilla cuando ya la has encontrado" dijo la lagartija, con aires de doctor.
"Eso no tiene sentido. Me están tratando de engañar" dijo el búho.
"¿Qué ganaríamos engañándole, señor búho?"
El pájaro lo pensó un momento, y luego respondió:
"De acuerdo, iré con ustedes, sólo para estar seguro de que no me engañan."

Siguieron recorriendo muchas partes del mundo, pero el anillo no aparecía por ningún lugar. El niño seguía buscando, y los años pasaban, los animalitos se impacientaban, y nada sucedía.

Pronto el niño ya no fue niño, y se transformó en un hombre. Y los animales le miraron extrañados:
"¿Por qué has cambiado?"
Él los mira, y no responde, se queda pensativo, y ya casi no los escucha, mas por poco casi se pierde, pero recobró la coherencia:
"Lo había olvidado..."
"Lo sabía, me quiso engañar"
"¿Qué facultad mágica faltaba?"
"¿No lo habías perdido?"
El niño mira a los 3 animales, y dice:
"Nada de eso. El anillo no está en el mundo, está aquí" saca del bolsillo de su camisa, una joya, que de repente, comienza a resplandecer.
"¡Qué bonita!" dice la ardilla.
"¿Qué es bonito?¿es invisible también?" el lagartijo pregunta.
"Yo no veo nada, me estás engañando." se queja el búho.

El niño toma la joya, y se la da a la ardilla. Esta la recibe, y se la pone en el dedo. El niño dice luego:
"Ahora lo recuerdo. Es muy bonito ¿verdad?"
"Sí que lo es."
"¡Es fantásticamente invisible!"
"¿Qué le has dado? Yo también quiero, para qué pasé todo este tiempo con.. ¿y el hombre?"
"El hombre es niño, búho" dijo el muchachito. "Adios, ardilla, gracias por todo." el niño se marchó, volando, y la ardilla también voló. Mas el búho y el lagartijo allí quedaron, buscando, buscando…

sábado, mayo 24, 2008

Una vez iba por un bosque caminando, era oscuro, pero bonito,de alguna forma. Había muchos tipos de plantas. Arboles altos y bonitos, con ojas grandes y brillantes.

Brillantes, ante la luz de la luna, aunque la mayoría se encontraba en sombras.

En eso veo un destello.. O eso pensé al principio, me acerco y era un animalito muy curioso.

Me miró intrigado.. O intrigada, más bien, era una especie de .. Ave? no, no.. tenía alas de bichito, las movía rápido, tan rápido que no alcanzaba a verlas

y cuerpecito de persona, pequeño pequeñito, cual mariposa

creo que me sonrió, no te mentiré, era tan menuda su carita, que no podía distinguir.

Y salió disparada por los aires, volando a toda velocidad

¡a seguí corriendo! Como pude, con todas mis fuerzas ¡Dios qué rápida era! Finalmente, sin darme cuenta, salí a un enorme claro, donde millares de otras criaturas se paseaban de aquí para allá

Eran duendes, hoy lo sé, pero en aquel entonces no era tan.. "sabio".

Unos eran grandes, de mi tamaño, otros pequeños, inclusive más pequeños que mi "guía", del tamaño de una mariquita. Otros eran feos, peludos y grotescos, pero no parecían malvados. Como buenos duendes, sólo juguetones.

Me empecé a mezclar entre ellos, y me recibieron bien.. Aunque no todos, debo confesar. Y con el paso del tiempo, algo sucedió.

Poco a poco empecé a cambiar, y aunque yo hoy soy humano, en aquel entonces me parecía más a un duende, que a un hombre.

Me crecieron las orejas, y me cambió la voz

La risa se me volvió natural, era como respirar.

Entonces me pasó lo que hace a esta historia, extraña por sobre todas, porque en muchos cuentos se describen los duendes, y muchas personas se mezclan con ellos, y eso no es raro, ni para tí ni para mí.

Entonces me pasó, lo que de verdad me extrañó. Entre los duendes había, una niña extraña, más rara que un hada, sin dudas. Hablaba fuerte, apasionada ¡gritando casi! Pero respetuosa...

Y hablaba de cosas, que yo poco sabía, y me intrigó, y me acercé, y hablamos.

Y yo le conté cosas que ella no sabía, y ella me contó cosas que no sabía. En fin... Supimos lo que no sabíamos, y sabiendo esto, supimos que podíamos saber....

Y luego le dije un día: ven conmigo, este lugar ya me aburre, sigamos viaje, y dejemos que las hadas jueguen con los hados...

Asintió, y nos largamos de allí...

viernes, mayo 16, 2008

heh


Alguna malevosidad estaba pensando éste cuando lo dibujé, pero no se me ocurrió preguntarle cuál era...

miércoles, mayo 14, 2008

cómo cuesta dibujar con mouse :S

domingo, mayo 11, 2008

La Ventana XII

pero papá, mi cómic siempre fue de puto, o sea, me sorprende que recién ahora te des cuenta.
Aunque en una de esas recién ahora te nació resaltarlo, igual, para los que no sabían: mi cómic es de puto jajajaj

sábado, mayo 10, 2008

viernes, mayo 09, 2008

La Ventana X

continuará =9,
el procesamiento de emociones y pensamientaciones, provoca que uno sea hoy un uno, y mañana un otro.

lunes, mayo 05, 2008

viernes, mayo 02, 2008

ASDADAS!!!! =OOO

SE LOGRO EN BUENOS AIRES
Logran borrar recuerdos
Una investigación realizada por científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y la de Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, cuyos resultados aparecieron en la revista The Journal of Neuroscience, logró inhibir en animales un mecanismo que permite guardar los recuerdos para que no se borren. "Una proteína, NF-kB, participa tanto en el proceso de consolidación como en el de reconsolidación de la memoria" dijo el doctor Arturo Romano. En el futuro, la técnica se usaría para tratar fobias y estrés postraumático.

!!
lo leí en la nación.. pero, te imaginás, boludo?? jajaja

sábado, abril 26, 2008

Una tierra recóndita

Hoy, clase de Dibujo I, tema Técnica Transfer, consigna: armar una secuencia de imágenes en torno a una historia.
resultado:

_____

Había una vez un lugar recóndito al que gran cantidad de intrépidos querían acceder, sin embargo eran poco los que lo lograban y muchos los que morían en el intento.
Un día llegó un hombre gordo, compró unos cuantos helicópteros y con ayuda de algo de dinamita y cadenas, secuestró el lugar recóndito y lo trasladó a la gran ciudad.
Así, transformó aquella maravilla natural en un espectacular parque temático, y ya no llegaron a él lo más intrépidos, sino todo aquel que tuviera cinco malesquitas y dos botones (que siempre le andaban faltando a nuestro gordo querido, que los perdía a cada comida).

Fin

lunes, marzo 17, 2008

Relatación Cronolípeda

Se mueven sus pies, arrastrando la realidad consigo, moviendo las veredas en todas direcciones, haciendo que las paredes avancen, mostrando nuevos escenarios para observar con extrañeza. La noche es densa por ahí, dejando lugar a que la oscuridad conspiradora se filtre por las grietas de las paredes, que como venas, recubren los edificios. Hay un algo esta noche, un halo que recubre los árboles de la plaza, las calles del boulevard, los bancos de la vereda; una sensación que lo inunda todo, naciendo del mundo y muriendo en él. Y sin embargo no recuerda haber bebido.

Se dice esto mismo con aire serio: no recuerdo haber bebido. La realidad tiembla. Y sigue hablando para sí: pero si no bebí, entonces, por qué todo se ondula de esta manera, por qué me siento tan extraño ante lo cotidiano. Y camina con pasos ciegos que no lo acercan ni alejan de nada; se deja perder un poco por la inestabilidad; se deja vencer otro poco por la angustia; se deja abrazar por la desolación; acepta todo esto de buena gana, con una sonrisa tarada en la cara.

Así lo invade la sensación: aquella fuerza que se apodera de sus sentidos, alejando todo lo que perciben, volviéndolo ilusión. Así puede enfrentar aquello que no comprende. A veces me doy cuenta, mirando una escalera, que más allá del recodo me espera la nada; comprendo que si intentara yo trepar sus escalones, uno a uno o de dos en dos, al llegar arriba la realidad se vendría abajo, encontrando la nada al doblar abruptamente. Y siento sin miedo a equivocarme, que estoy siendo testigo de algo terrible, algo que no debía ser presenciado por ninguno. Pero nunca trepa la escalera, mejor dejarla olvidada. Y no sólo con escaleras me pasa; a veces también al seguir ciertas líneas de pensamiento. Me doy cuenta, y tal vez exagere, de que concluir aquella idea haría que mi mente dejara de existir.

Pero el universo sigue ahí, mirándolo fijamente, aunque él trate de hacerle ojos ciegos. Siempre he preferido no mirarlo, es difícil porque es grande, y sin embargo se puede hacer; ignorar las grandes luces, tan llenas de nombres ingeniosos y logotipos hermosamente diseñados. Siente al final que las fuerzas no lo sostienen ya para mucho más, y se decide a volver sobre sus pasos; andar un poco hasta llegar a algún lugar seguro donde pueda meterse en alguna oscuridad conocida; y desde ella mirarse para adentro, seguir buscando eso que tanto lo esquiva.

Pero sucede entonces que durante la noche un rostro extraño, de enormes ojos y sonrisa perdida, con el rostro bien pegado al suyo, se le aparece para mirarlo fijamente. Quién sos y qué querés le pregunta, pero la cara no responde; es un fragmento nada más, no llega a ser alguien de verdad. Pero los ojos son muy nítidos, casi le parecen de verdad, que no están en su mente sino fundidos en la sombra densa. En la sombra densa…


La realidad es un sueño con el que se nos engañó; de reojo, mientras miraban al horizonte, nos dijeron que era importante, que era sólida e indiscutible. Luego crecimos, y tuvimos dudas, incertidumbres, colores incompletos que formaban un arco iris sin sentido. Pero entonces es cuando nos sumamos a los que mienten, y cerrando los ojos empezamos a cubrir los huecos con carteles, con imágenes, con metas vacías, con recuerdos bonitos, con sonidos simpáticos.

martes, marzo 04, 2008

Contraste de tonos

"..que pintando con tonos claros a uno y con tonos oscuros al otro, haremos que el primero se vea más grande que el segundo (aunque normalmente no lo fuera). Pero entiéndase que ésto es sólo una ilusión."

lunes, febrero 18, 2008

Sin Título IX

Eras hermosa, sentada en mi sillón, mirando en mi cara todos los secretos que querías ocultar de mí. Te veías hermosa mientras encontrabas en mis ojos toda tu tristeza, y la reflejabas sobre los tuyos. Es cierto que de haber podido yo la hubiera disipado agitando las manos, de un grito, con un golpe seco o, por qué no, con un beso tierno. Es cierto también que, de haber podido, le habría hecho frente, y la hubiese aceptado por aquel entonces.

Pero la vida no se da tan fácil, ni tan clara. Se sucede sin darnos mucho tiempo, sin permitírsenos un respiro y solamente podemos pensar sobre lo que ya pasó, analizar lo que ya no se puede cambiar, aprender para lo que vendrá. El hoy es un territorio indómito e incomprensible.

Pero eras hermosa, y eso me dejó el corazón marcado.

martes, enero 22, 2008

Sobre un río

Cantaba a lo lejos la cigarra tan despreocupada como siempre, indiferente de nuestra realidad y los peligros que nos rodeaban. Cantaban, junto con ella, una orquesta atroz de criaturas que no conozco, de bestiecitas diminutas y mortíferas, o tal vez inmensas e inofensivas (excepto por las bocas, las miles de bocas). Y mientras meditaba en esto, fingiendo alguna distracción superior -algún grado de profundidad mental que me provocara forzosamente mirar al horizonte, cuando en realidad lo hago porque simplemente mirar al aquí, al hoy, al presente, suele ser demasiado terrible-, me di cuenta de que no sabía cómo habíamos llegado vos y yo a este lugar; se parecía tanto a una pesadilla, pero, cómo era posible que, estando con vos, viva esta alma mía una pesadilla... cómo era posible.

Y sin embargo era tan parecida tanto, que sino fuera por algunas cosas, yo diría que no fue otra cosa. Vos en tu diminuta balsita, tan al borde de caerte en esa agua espantosa, en esa agua putrefacta, infecta de bestiecitas, de animalitos, de bichitos, de mostritos. Y yo en mi diminuta balsa, también; yo también sentía esa inminencia de abismarme y dejar de ser, devorado por las alimañas. Digo yo también, y sin embargo, había en tus ojos tranquilidad y lejanía; había un no sé qué de indiferencia a la realidad terrible que nos rodeaba; y digo, yo también porque, en cambio yo, me hacía nudos de preocupación por vos y por mí. Y por si no era poco, también por las bestiecitas, tengo que admitírtelo.

Flotando sobre ese río, ese río tan río, a la buena de Dios, siguiendo la balsa mía a la tuya, sin saber bien por qué ya que era yo el que quería salir, no vos; adentrándonos cada vez más, tanto más que pronto-pronto se haría imposible volver; y a mis pies, esos pies tan grandes que no calzan en esa balsita diminuta, rodeados de pececitos bonitos de pocos colores pero muchos dientes, saltando del agua e intentando llevarse uno de mis dedos como recuerdo, pero había que impedírselos; volver los pies unos ovillos enmiedados, ovillos de pies con personalidad, la personalidad de no querer perder los dedos, para mantenerse íntegros.

Entonces no sé qué habré visto, sobre una de esas orillas húmedas de los médanos ínfimos, un algo que resplandeció y yo tenía que tener. Sospechaba que era morirme, saltar de la balsa, dejar su superficie diminuta pero segura y pasar a la otra, tal vez menos diminuta, tal vez más insegura, pero definitivamente varada, quieta, olvidada.

Pero hay cosas, ciertos destellos, que los hombres desde que son hombres, desde que recorren el mundo en dos patas y llevan en las manos huesos o piedras o lanzas o pinzas, no pueden ignorar. Y yo soy hombre.

Y di el salto, saltito en realidad, pero qué atroz, qué diferencia ahora con el barro que se me pierde entre los dedos, o los pies que se me pierden entre el barro, sin saber qué hay debajo de él, sin saber la cantidad exacta de mostritos que quieren llevarse mis deditos; enturbiando las aguas próximas, aguas pantanosas llenas de cositas, llamándolas a las cositas: acá estoy, tengo deditos para que se lleven, tengo vida para que me quiten.

Me acuerdo que te pedí, o tal vez quise hacerlo pero no me animé, que te pedí que no te fueras. Esperame, te dije. Me acuerdo, o quiero acordarme que te diste vuelta un ratito, a mirarme pensé yo, pero no, qué equivocado; te diste vuelta, sí, pero no a mirarme, sino para que yo te mirara, para que yo me supiera tu cara, tan indiferente como antes, tan indistinta de los bichitos de abajo que acababan, si te distraías, con tu persona, que acababan, si me distraía, con mi persona; pero vos impasible. Y vos querías que yo viera, que yo te supiera así: indistinta.

El problema, en realidad, fue mi balsa. Tan estúpida que sin fijarse que yo ya no iba siguió a la tuya que se alejaba por los capilares de ese río atroz. Levantaste los hombros, mientras me mirabas, diciéndome tal vez “no hay nada que hacer, ajo y agua”.

Ya no estabas. Y era cierto: qué le vamos a hacer. Olvidarte.

A vos sí, pero no al destello. Recordarlo, buscarlo, buscarlo un poquito más, encontrarlo, mirarlo, estudiarlo… agarrarlo. Tal vez debí estudiarlo un poquito más.

Había en ese médano sobre el cual bajé, algo que resplandecía de a ratitos, cuando la luz era apropiada. Algo como una perla oscura, que me llamaba. Bajé de mi balsa y me decidí a encontrarla. Con la mano desnuda intenté atraparla, se movía me parece. Al atraparla, un dolor intenso me obligó a sacudir la mano, con violencia; para qué. Las perlas oscuras, los ojos de bestiecita; tan grande como una mano, con tantos dientes, tantos colmillos purulentos, ricos en alguna proteína no muy sana, en algún tónico cerebral que alterara mi percepción pobre de por sí, nula en ese momento.

Me tambaleo, lucho un poco contra el entorpecimiento, la atrofia, y camino sobre los bordes diminutos que conectan un médano con otro. Hacia dónde camino, busco ayuda seguramente, pero sé que está lejos, que esa ayuda no va a llegar, que los venenos son más rápidos que las ayudas. Además, aunque ustedes tal vez se olvidaran de las bestiecitas del río, aunque tal vez se olvidaran de que desean fervientemente llevarse de recuerdo alguno de mis deditos, créanme que ni ellos ni yo nos olvidamos. Imposible, si a cada paso, a cada tropiezo, se relamen, se revolotean locos de placer por el inminente recuerdo, souvenir de un torpe explorador que mostrarán a sus nietos diciendo: medía tanto y pesaba tanto otro, era fiero como pocos y se movía con gran destreza, pero finalmente lo atrapé.

Dicen que el hombre desde que es hombre ha sido curioso. Y dicen también que no escarmienta a la primera sino a la tercera, pero que algunos escarmientos son tan duros que no llegamos. Dicen eso, y yo les creo.

Por ahí nomás, a pocos metros del primero, encontré otro médano solitario, con destellitos hermosos que me atraían. Qué estúpido dirán desde sus sillas, y seguramente estaré de acuerdo: qué estúpido. Tal vez fueran los tónicos cerebrales, pero yo no creo; algo mucho más fundamental en las personas, algo mucho más inexorable y natural. Pero el caso es que para allá fui, en busca de las perlitas, para buscarlas y mirarlas y estudiarlas (pero no lo suficiente) y agarrarlas. Si tan bonitas son que uno (o yo) no puede dejar de querer agarrarlas.

Perdónenme el suspenso innecesario, el detenimiento en detalles que ya se han descrito, que ya se han contado (no sólo acá, en este relato, sino mil veces más). Perdónenme si de repente me he vuelto impreciso para avanzar sobre la línea de acontecimientos; si lo hago, no es porque haya perdido el hilo, o esté ya demasiado imbécil como para pensar. No, no. Es por otra de las cosas esas tan inexorables, que llevamos tan adentro, de esas que nos arrastran a lugares incómodos: ese incontenible deseo de no aceptar lo inevitable, aun cuando fuimos artífices principales del proceso.

No quiero, basta. Mi mano se estira en busca de la perlita hermosa, negrusca y resplandeciente, pero no quiero. Si ya sabemos… mano tonta, que no aprende.

Se cierra sobre la perla, y la perla se cierra sobre mi mano, picando, mordiendo, agitándose, inyectando; destruyendo piel, carne, nervios, músculo. Qué dolor, ay ay. Qué hay en mi mano, me pregunto dando vuelta el dorso para dejar la palma descubierta. Qué sorpresa, un mostrito.

Un dolor que nace en la mano y se esparce a todo el cuerpo, especialmente hacia el alma. Un tambalearse seguro de que ya no hay tierra que ponga firmeza en este cuerpo. Una paz que me llena los pies diciéndoles que ya está, que ya no tienen que cuidar los deditos, que pueden regalarlos para recuerdo, que pueden olvidarse un poco y dormir. Una paz bonita pero triste, que me ahoga de a poquito, dulcemente, el alma.

Y cerré los ojos, dejándome llevar a las sombras tranquilas del sueño. Del sueño que se alcanza despertando. Y tal vez te recordara en ese momento, alzando los hombros y torciendo la boca, diciéndome con los ojos Ajo y agua, mala suerte. Ya fue.