Romper algo.
Lo que sea. Algo.
Tal vez de todas las cosas que hay, podemos romper una.
Rompamos algo que no sea nuestro, algo que alguien se haya olvidado, que haya tirado o perdido, algo que alguien piense que ya no necesita o a lo que no le presta últimamente la atención debida; rompamos eso, así damos una lección, así pasa algo y cambian los rumbos de los vientos. Rompamos algo que esté escondido (primero hay que buscar y después romper), algo que sea valioso para otro alguien, algo regalado o encontrado en el momento oportuno, algo que ate a una persona, que le impida empezar vuelo porque tiene eso que tanto le importa, eso tan escondido, tan bien guardado: rompámoslo, total, así liberamos a alguien. Rompamos algo que alguien haya hecho, que le haya costado infinito esfuerzo, en lo que gastara incontables horas, algo que fuera invaluable para ese alguien; lo rompamos en mil pedazos y se los tiremos por la cabeza: "tomá, salame, no valía nada", rompemos de paso un alma. Rompamos ahora algo que se nos regalara en algún momento: un recuerdo, un corazón, un propósito, un algo; algo que nos diera quizá la persona que más nos importa en la tierra, rompámoslo y esparsámoslo por el mundo, que no queden ni dos trocitos juntos. Rompamos también eso que hicimos nosotros, eso que creamos con amor, con esfuerzo y dedicación, eso que hicimos porque lo queríamos, porque si no nunca iba a ser nuestro: eso que nos regalamos a nosotros mismos; lo rompamos, para que así tengamos que volver a la búsqueda: redescubrirnos, para que todo vuelva a empezar, un poquito. Rompamos por último, aquello que más nos haya costado en la vida y se lo regalamos a la persona más importante; lo hagamos bolsa, pedazos, mierda: que no quede nada; es dos veces romper, porque primero lo regalamos, luego lo quitamos, luego lo hacemos pedazos.
Lo rompamos todo, un ejemplar de cada uno: un arca de Noé.
Lo rompamos todo, a lo mejor así al final nos curamos un poco de tanta rotura interior.
Y si no, es porque estábamos más cagados de lo que pensábamos.