sábado, marzo 04, 2006

Pasos y pasitos

Pasitos diminutos. Pasitos inútiles. Pasitos, pasitos. Pasitos que no pueden sortear las raíces, que no pueden evadir las ramas muertas, las ramas vivas. Pasitos, pasitos de niña buena, que corren, que la corren, ella los usa, y ellos la corren, la ayudan. Pero son pasitos, los pasitos no logran diferencias, no salvan distancias. Pasitos, pasitos; pasitos de niña.

Pasos inmensos. Pasos viciosos. Pasos, zancadas. Pasos que acortan en un segundo las distancias, que arrastran el peligro, que lo llevan consigo. Pasos, pasos de lobo malo, que persiguen, que lo corren, él los usa, y ellos lo corren, lo ayudan. Porque son pasos, pasos que alcanzan objetivos, pasos de cazador, de bestia. Pasos, pasos; pasos de muerte.

La niña jadea, desesperada, asustada, lloriquearía si pudiera, pero aun no ha tomado conciencia de lo que realmente va a suceder, pues es una niña y aun no tiene la experiencia, no fue devorada todavía, y como viene la historia, no lo será después. Se tropieza, sus rodillas le duelen porque dieron de lleno contra una piedra (roma por suerte) y ahora la piel le sangra y las fuerzas se le escapan por las heridas, como si fuese agua que mana por las tuberías dañadas ¿Pero qué importa? En pie, y de vuelta a correr. Los bucles dorados, una vez perfectos, están ahora enmarañados, sucios de barro y de lágrimas, de mocos y miedo. El aliento lujurioso en la nuca, lujurioso de sangre, de carne. Su pequeña caperuza desgarrada de un zarpazo invisible, lo poco que quedaba de su valor hecho jirones, sus fuerzas doblegadas, las rodillas vencidas, ya no puede más, sus piernitas (hechas para dar pasitos) no pueden aguantar ese ritmo.

El lobo da un salto, la rodea, salta de una piedra hacia un árbol como una pelota que pica, hasta quedar encima de ella, regocijándose de su victoria, de la cacería fructuosa. Abre las fauces y envuelve la cabecita de la niña, la niña que cierra los ojitos, ojitos hechos para ver el sol, las flores, a su madre, a su padre, pero nunca unas fauces, ni de lobo ni de hombre, ni de nada; las fauces no son lo que esos ojitos deberían ver, por eso se cierran.

El lobo ya siente el sabor de su piel, porque la lengua le cae como muerta sobre la carita de la niña, y saliva, saliva de loco placer, frenética hambre insaciable de lobo asesino. Y de un golpe las fauces se cier…

No.
Así no es, así está mal. Esta historia no existe, porque no puede existir. Así no debe ser, estuvo mal desde el principio.
Sí.

Una manito pequeña, una manito de niña, agarra la garganta del lobo, la aprieta, como si fuese una flor en el prado, la aprieta con fuerza, un segundo, dos segundos, tres segundos: la garganta cede, se parte, se rompe.

Garganta gruesa de lobo malo, garganta hecha para tragarse niñas, abuelas, leñadores. Garganta rota de lobo malo, garganta hecha para tragar aire, inútil ahora. El lobo intenta retroceder, sus fuertes piernas no entienden, antes eran fuertes, ahora ya no. La niña lo aferra por la garganta, aprieta con más fuerza, aunque ya la rompió sigue apretando, quiere hacerla polvo, porque antes no tenía valor, no tenía fuerzas, y ahora sí; tritura.

El lobo patalea, intenta gemir, intenta zafarse, luchar, sacar fuerzas de la galera. Pero para todo esto necesita su garganta. Las patas del lobo se retuercen, arañan, desgarran las ropitas de la niña, remueven la tierra húmeda del suelo, escarba en busca de alivio. Ya se rindió, ya sabe que no puede escapar; escarba en busca de la muerte, pero ésta no llega.

La niña se pone en pie, desnuda, sostiene aun al lobo, al pobre lobo, lobito. La niña es grande ahora, su mano no se abre, no quiere soltarlo, le aprieta el espíritu, lo tortura, porque ella sabe que si lo suelta él se muere, y ella no quiere eso. No, no, aun no. La niña lo sostiene sobre el suelo, su cuerpo inerte, pobre lobo, sin esperanzas de alivio, de muerte.

Y ahí la sonrisa le nace, la sonrisa de lobo, se relame, se regocija de la cacería fructífera. Parece que va a reír como reiría una niña, pero de su garganta de niña sólo sale un aullido, uno lleno de lobonidad, de hambre, de lujuriosa sed. Y la sonrisa se le borra, devorada, la pobre loba, pobre. Pobre niña lobo, qué culpa tiene.f

7 comentarios:

Anónimo dijo...

just... WOW..Impactante
Si.. primera vez que firmo el blog, a pesar de leerlo siempre.
Será, no sé por qué.. que este relato, sin quererlo.. me tocó algo por dentro.
(nada constructivo mi comentario xD pero buen..)

Ma' ii dijo...

qué horrible...
qué terrible.

Ma' ii dijo...

qué hijo de puta que sos xD
como te odio, mal parido

Juan Pablo Alvarez dijo...

Yo creo que esta muy bueno, pero como tengo sueño no pienso pensar el mensaje, solo me regosijo sintiendolo ahi en el fondo del paladar...

Pd: en el fondo del paladar al mensaje; me enferma pensar que alguno pueda pensar en otra cosa =S

Anónimo dijo...

Qué sorpresa que me das, farolo.
Mil años sin escribir, dándote con el látigo a ver si te dignas a teclear algo y mira, en el momento más inesperado sales nada menos que con esto. Qué bueno, farolo, qué bueno.
Me gustó más que ninguno. Que ninguno. Tremendo.
Disfruté especialmente las elipsis que están por todas partes, la rápidez que le dan; lo fugaz del cuento. Y la cursiva. Qué cursiva. Menudo epicentro para esto.


Hacía tiempo que no me -nos- deslumbrabas así. Te quejarás del post infla-vanidoso 100% que te dejo :P

Un saludo

Faro dijo...

EXCELENTE!!! esta tan bien narrado, la transformacion tan bien descripta que me ENCANTO!!!! deberias publicarlo YA!

Anónimo dijo...

Bueno ese fue el Faro tirandose flores a si mismo AJAJAJAJAJA
nahhh fui yo que postee porque el bobo se queda logueado =P