viernes, enero 06, 2006

Perdidos (título genérico No. 32)

Este cuento nació por nacer, sin embargo lo leo y le encuentro sentido... Espero que ustedes también =P.
Igual, tengo cierto... no sé. Lo pongo acá porque me dijeron que lo ponga nomás xD. La verdad que ... Bueno, a ver qué les parece...

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La primera vez que te vi no parecías vos misma. Estabas vestida espléndidamente y tomabas te junto a dos gordos aristócratas que no hubiesen distinguido la harina endulzada de un pastelito suizo. Vos te reías aburridísima de sus chistes mal contados y yo te miraba sin saber bien qué hacías en ese cuadro. Es que dentro de toda esa pelotudés bizarra, vos estabas preciosa. En eso creo que me notaste vos también a mí. Me miraste de prepo y reíste por lo bajo, porque sabías que yo tampoco tenía que estar ahí. No hizo falta nada más, ya estábamos charlando, no sé de qué porque la verdad que estabas con tus ojos que brillaban como diamantes y ese vestido que más parecía un arbolito de navidad…

Entonces yo no sabía nada de vos, todavía no estaba al tanto de lo que se me venía encima. No sabía de las puertas que el cerrajero a veces se olvidaba sin llave, no sabía tampoco de la forma en que podía buscarte para verte de nuevo. Cuando abrí los ojos, aquella vez, me acuerdo que entraba el sol por la ventana y yo confundí los huequitos de las persianas con tus ojos. Pero cuando aclaré la vista entendí que no, entendí que me dolía todo el cuerpo y que había estado durmiendo, soñando.

Cuando te encontré la segunda vez fue bastante bochornoso, porque yo estaba con Claudia o Julia pasándola bomba y ahí apareciste. Parecías indiferente, bastante confundida, aunque poco a poco una cosa como de familiaridad se fue apoderando de tu mirada y después ese mismo aburrimiento de siempre. No pasó mucho antes de que yo me olvidara de la piba genérica de fantasía para atenderte a vos. De nuevo nos encontramos hablamos de cosas, pero como siempre, las palabras eran sonidos lejanos, murmullos, suspiros, de todo menos palabras. Pero nos comunicábamos, de alguna forma lo lográbamos. Me empezaste a contar cosas, primero cosas que no parecían interesarte, cosas que eran de alguien más o que tal vez ya habías contado tantas veces que te daba igual. Y esa era la sensación: Lo hacías como si ya lo hubieses hecho mil veces, o más.

Así nos vimos montones de veces; en sueños propios, en sueños ajenos. Me fui enamorando de todo lo que vos eras, aunque no eras nada en realidad, aunque eras pura ilusión y engaño. Pero diferente a la vez, porque yo no te soñaba jamás. Vos estabas en mis sueños, pero yo no te soñaba. Eras independiente a mis fantasías y eso fue lo que más me turbó al principio. Porque era obvio que si te encontraba en mi cabeza, tenías que ser parte de mí… Bueno, así pensaba yo, hasta que te encontré con él. Todo a su alrededor parecía temblar, pasar de lo real a lo irreal en un instante, crearse y destruirse a cada momento, ser y no ser, constantemente. Todo salvo vos que te mantenías tan indiferente como siempre.

Él tardó un poco en notarme, pero yo no podía dejar de mirarlo, porque de alguna forma sabía que aun cuando vos no pertenecías a ese lugar y yo tampoco, él…a él la palabra pertenecer no le afectaba: Él era ese lugar. Él era los sueños, él era todo lo que los sueños son. Lo supe al instante y ya quedé hechizado. Desde ese momento y para siempre no pude desear ni hacer nada en su presencia, salvo contemplarlo.
-Soy a quien jamás debiste encontrar, mortal- dijo él, y sus palabras fueron palabras. –Porque estoy mucho más allá de tu percepción, de tus sentidos. Si hoy puedes verme es sólo porque su voluntad te lo permite. Tal es su grandeza.

… En su voz no había enojo o emoción alguna, estaba teñida de siglos y eras. Escucharlo era como observar las estrellas…


La encontré mientras tejía un sueño que no era para ella, curioseaba donde no debía, caminando los caminos que sólo yo he de recorrer. Esto, aunque extraño, estuvo lejos de sorprenderme, pues no era la primera vez que un alma descarriada terminaba perdida y desconsolada… Lo que sí me impactó fue descubrir que no sólo yo podía verla. Sus ojos, clavados en los míos, parecían reconocer quien y qué era yo. Entenderás, mortal, que esto no ha de ser así, que no es prudente que el ojo humano pueda ver al viento que mueve las nubes o los hilos que del tiempo tiran. Así soy yo, una fuerza que está más allá de vuestra comprensión, más allá de cualquiera de vuestros sentidos.

Y sin embargo el velo había caído ante ella. Entonces me interesé, encontré algo diferente en la vastedad de lo eterno. Una criatura capaz de ir más allá… Comprendí entonces que había malinterpretado: Ella no estaba perdida y desconsolada, sino que había descubierto una manera de pasear, de internarse en la red de sueños que yo cuido y controlo. Recordé entonces que hacía siglos que no limpiaba la memoria del cerrajero, cuya tarea es la de poner llave a las puertas luego de que yo las utilizo. Y sin embargo, a pesar de éste, mi desliz, no fue otra la razón de que ella estuviera donde no debía más que su propia voluntad.

Entonces quise ponerla a prueba. Decidí jugar… y jugué. Si ella había tenido la capacidad de cruzar la barda, ¿Tendría la voluntad para regresar? Tomé los caminos y los mezclé, cambié las señales, me llevé las puertas y dejé ventanas, pinté lo que antes era vacío y vacié lo que antes era imagen, hasta que finalmente mi mundo dejó de ser el que era. Uno distinto, uno que vivía y se moldeaba cada vez a sí mismo. Ese fue el resultado.

Hace siglos que su cuerpo ya no es. Porque vosotros, los mortales, sois tanto cuerpo como voluntad. Ella quedó atrapada, pues demoró tanto en regresar que su cuerpo la olvidó y pereció lejos de su dueña. Ahora su voluntad vaga buscando la perdición final, buscando el destino para el cual fue creada en un principio: El cesar.

Tal vez yo no sólo haya querido jugar. Tal vez sea cierto que hasta quien hace el sueño sueña a veces con algunas cosas. Es cierto, que existe la posibilidad de que yo amara a quien pudo cruzar las barreras… Pero ese alguien ya no existe. Supongo que jugar siempre tiene un precio, siempre que se apuesta se pierde algo. Y yo perdí, y ella perdió. Y tú, mortal ¿Jugarás?






Cuando terminó de hablar yo ya estaba despierto, mirando las persianas de mi ventana, entrecerrando apenas los ojos para contrarrestar lo fuerte de la luz del sol, sintiendo el dolor del cuerpo, el calor del medio día.

Ese fue el día que me di cuenta de todo. Me di cuenta de que no importaba cuánto tiempo pasara con vos, cuánto buscara la forma, vos siempre ibas a estar allá: en mis sueños. Lejos de mí y de vos a la vez. Lejos de todos. Y es irónico, porque soñé muchas veces que te liberaba, pero ese sueño era una pintura más de él, otro intento por liberarte. Y yo me doy cuenta siempre, me doy cuenta aun mientras lo estoy soñando, porque mientras corro tomándote de la mano a través de ese pasillo infinito que separa lo onírico de lo real, vos estás a lo lejos, mirándome aburrida, distraída.

… Y así cruzo siempre la frontera: Solo, arrastrándome hacia las horas de cordura que me dicen que estoy loco y que todo eso, que vos, toda vos, no sos más que un sueño, una fantasía…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusto la manera en que lo relataste, en como dijiste las cosas, las palabras son justas, no sobran ni faltan. Las sensaciones que describis con "todo el amor del mundo", como decis vos, realmente estan cuidadas.
Aunque creo que le falta un nudo que precipite la historia.
Y si...es bastante largo como para que los animos nos lleven a recorrer las letras en el monitor, no te parece? =P
muackis
PD: odio escribir la maldita palabra de verificacion para postear. No podrias hacer algo al respecto?