Un poco de tontería.
Disculpen la amargura =P
_______
El despertar diario es una tarea para valerosos o inconscientes. Pensar en lo que nos aguarda; esas cosas que deberemos hacer, aunque no queramos, esas cosas que no haremos, aunque querremos; esas cosas que nos pasarán y ni siquiera notaremos, y aquellas que las notaremos en el vientre, como una nausea profunda indisipable, imposible de evitar que nos suceda.
Reinventar las excusas que a diario nos decimos para seguir caminando, dando los pasos de todos los días, las tareas huecas, la rutina infinita que promete un mañana mejor, pero al fin y al cabo, siempre un mañana. Y algunos me dirán que tener un mañana es alegría suficiente; y no niego que a mí me gustaría pensar así.
Acercarse a la ventana, observar a todos aquellos que ya pasaron por este proceso, gente caminante, un albañil, un taxista, un oficinista, un estudiante: gente. Observarlos y sentir que entre ellos y uno hay mil abismos, mil distancias diferentes; vacíos impenetrables. Saberse ajeno a todos, y sin embargo... todos más ajenos que uno mismo.
Finalmente: Encontrarse con ese montículo de polvo, ese par de redondeles abultados, contorneados por una cordillera de pelo, ese pico con dos orificios, la comisura rosada de los labios, y el cansancio que lo envuelve todo, manteniéndolo junto, impidiendo que las cejas se escapen por un gesto, o los ojos crucen el umbral por el puente de algún sueño. Observarse y sentir el sinsentido que es la propia persona, el rostro nuestro. Ver todas esas cosas juntas (nariz, ojos, boca) y no entender por qué... Porque bien podrían estar en otro orden, en otro lugar, y aun seríamos nosotros mismos. Tal vez esto es lo que más desespera: Saber que aunque un cambio tan rotundo, como el tener la nariz en la frente, se diera en nosotros, aun seríamos quienes somos... Aun seríamos así; y no tiene sentido.
En invierno con un poco de agua helada alcanza, se disipan los pensamientos. Hundimos el rostro entre las manos, y el agua se filtra por todas partes. Se agradece, digo gracias, se separan las manos, respiramos profundamente, y estoy listo.
Cierro esto, abro aquello, me pongo esto otro, guardo algún libro, y ya. Abro la puerta, llamo el ascensor, saludo al guarda, me estremezco por el frío (esta parte me gusta), y mirando al cielo me doy el gusto de pensar en sus ojos una vez más, recordar qué sueño visitó esta vez exactamente, y ya. Estoy despierto, o al menos, tan despierto como puedo estar.
Reinventar las excusas que a diario nos decimos para seguir caminando, dando los pasos de todos los días, las tareas huecas, la rutina infinita que promete un mañana mejor, pero al fin y al cabo, siempre un mañana. Y algunos me dirán que tener un mañana es alegría suficiente; y no niego que a mí me gustaría pensar así.
Acercarse a la ventana, observar a todos aquellos que ya pasaron por este proceso, gente caminante, un albañil, un taxista, un oficinista, un estudiante: gente. Observarlos y sentir que entre ellos y uno hay mil abismos, mil distancias diferentes; vacíos impenetrables. Saberse ajeno a todos, y sin embargo... todos más ajenos que uno mismo.
Finalmente: Encontrarse con ese montículo de polvo, ese par de redondeles abultados, contorneados por una cordillera de pelo, ese pico con dos orificios, la comisura rosada de los labios, y el cansancio que lo envuelve todo, manteniéndolo junto, impidiendo que las cejas se escapen por un gesto, o los ojos crucen el umbral por el puente de algún sueño. Observarse y sentir el sinsentido que es la propia persona, el rostro nuestro. Ver todas esas cosas juntas (nariz, ojos, boca) y no entender por qué... Porque bien podrían estar en otro orden, en otro lugar, y aun seríamos nosotros mismos. Tal vez esto es lo que más desespera: Saber que aunque un cambio tan rotundo, como el tener la nariz en la frente, se diera en nosotros, aun seríamos quienes somos... Aun seríamos así; y no tiene sentido.
En invierno con un poco de agua helada alcanza, se disipan los pensamientos. Hundimos el rostro entre las manos, y el agua se filtra por todas partes. Se agradece, digo gracias, se separan las manos, respiramos profundamente, y estoy listo.
Cierro esto, abro aquello, me pongo esto otro, guardo algún libro, y ya. Abro la puerta, llamo el ascensor, saludo al guarda, me estremezco por el frío (esta parte me gusta), y mirando al cielo me doy el gusto de pensar en sus ojos una vez más, recordar qué sueño visitó esta vez exactamente, y ya. Estoy despierto, o al menos, tan despierto como puedo estar.
5 comentarios:
Buenísimo. En realidad me dan unos celos tremendos.
Bah, no, no son celos. Se parece más a cuando un profesor te manda tarea y vos no tenés ganas de hacerla.
Porque igualarte, si se me canta, te igualo. Pero tengo que ponerme mucho a escribir. Y qué sé yo.
Pero en fin, buenísimo.
ayy soy priiiii priii
como odio los fotologs
bueno.. es un despertar curioso... solo uno más del resto del mundo...
zarpate cuando quieras!! me gusto muchisimo la parte de los gestos, de las caras.. te lo voy a afanar jujujajuja
MUACKIS feo
chau
Parece una plaga perversa, una moda pseudorridícula, esto de acudir al dualismo sueño-despertar para ilustrar pesismismos, desavenencias, inconformismos o cualquier otra clase de sentimiento no afín con sociedades alienadas o días a días. Un recurso recurrente (y qué buen servicio hacen las aliteraciones a veces).
No sé realmente si es que leí demasiadas o por el contrario leí pocas pero demasiado densas (o leí demasiadas Y
además, densas). Denso de intragable, claro. No denso de complejo.
Puede ser la predisposición: pasable pero con matices que chirrían. Lo noto redundante en algunos puntos para tu habitual parquedad. No resulta incómodo porque aporta un cierto sentido enrevesado que seguramente le pusiste adrede, pero aun con eso deja un gusto a tópico. No te pido tampoco innovación (aunque en ciertos puntos finales, nunca viene mal), lo que sí te pediría es no estancamiento. Y ahora me refiero más a temática y esas ramas que el puro tratamiento gramático o estilístico que tan bien imprimes.
De todas maneras, todo esto queda bastante eclipsado por un aquello, que sabes que para mí son los detalles: la vida del escrito (cualquiera), la impresión y el recuerdo. Y esos, como cabía esperar, superan el listón.
Como siempre.
:P
Un saludo,
Khel
Publicar un comentario