Había estrellas en el cielo. Algunas brillan con intensidad, otras, más humildes, simplemente estaban allí y se dejaban ver tímidamente por el rabillo del ojo, pero nunca directamente. Eso había en el cielo, detrás de las nubes, quienes amablemente se abrían por aquí y por allá formando una suerte de telón azaroso.
Más abajo, en cambio, había cosas un poco más tangibles, y quizá menos bonitas; aunque eso más dependa del ojo que las mire. Entre esas cosas estaba la desagradable figura cónica, repleta de pelillos verdes plásticos que imitaban (de muy mala forma) las hojas de un pino. A cada punta de las "ramas" colgaba una pelota bañada en brillantina y de color chillón, rodeada de pequeñas lucecitas titilantes y una especie de nieve, también plástica. En fin: Un arbolito de navidad. A sus pies descansaban aun intactos los paquetes de regalos, un pesebre acomodado con cuidado y una que otra chuchería más. Un cuadro perfecto.
Lo mirábamos con un dejo de incomprensión. Repetíamos cada año la misma misa perdiendo cada vez más el sentido de la misma. Al final siempre significa estar juntos, aunque esto sea lo que menos hagamos. Brindamos, comimos, destrozamos envolturas de celofán y nos desperdigamos por la casa. Terminadas ya las cansinas explosiones festivas (petardos, cañitas de esas que vuelan por acá, por allá, algunas baterías y por supuesto las estrellitas que tanto me gustan porque no hacen ruido) y todos tenemos por fin un plan. Mi hermana a bailar, mi hermano con la novia, mi madre y mi padre de paseo; aunque no muy largo, y yo...
Bueno, no todos tenemos un plan todavía. Aunque ya sé qué haré. Visitaré a la única persona que podría entender cómo me siento esta noche.
Como de costumbre te encontré mirando el cielo, mirando las estrellas, las mismas que yo miraba más temprano (o quizá sean otras.. es que yo sé bien poco de astronomía). Me senté a tu lado en el techo de tu casa, sin decir una palabra. Vos, sin dejar de mirarlas me sonreíste, o quizá se te ocurrió alguna cosa... nunca voy a saber con certeza. Te tomé la mano y me puse a jugar con tus dedos. Los dos nos reímos un poco, y comentamos algunas tonterías. Nos olvidamos de las estrellas y también de qué noche era aquella. Sin darnos cuentas nos alcanzó el amanecer, bañando primero el horizonte, luego las nubes, luego tu rostro (y seguramente el mío también) y por último todo.
A veces somos balsas... a veces somos navegantes. Pocas son las situaciones donde somos ambas. Pocas son las personas con las que puedo ser ambas.
Cuando volvía a casa, un poco desvelado (y quizá también medio tomado) me di cuenta que se me había olvidado (¿olvidado?) desearte felices fiestas... Supongo que era una frivolidad. No sé ni por qué me preocupaba de eso.
En estas cartas cuentos, que mezclan un poco de realidad, un poco de fantasía y un poco de incoherencia no sé si se pueda firmar como en cualquier otra. Pero yo hago la prueba.
Un abrazo, y un te quiero.
Salud =)
Más abajo, en cambio, había cosas un poco más tangibles, y quizá menos bonitas; aunque eso más dependa del ojo que las mire. Entre esas cosas estaba la desagradable figura cónica, repleta de pelillos verdes plásticos que imitaban (de muy mala forma) las hojas de un pino. A cada punta de las "ramas" colgaba una pelota bañada en brillantina y de color chillón, rodeada de pequeñas lucecitas titilantes y una especie de nieve, también plástica. En fin: Un arbolito de navidad. A sus pies descansaban aun intactos los paquetes de regalos, un pesebre acomodado con cuidado y una que otra chuchería más. Un cuadro perfecto.
Lo mirábamos con un dejo de incomprensión. Repetíamos cada año la misma misa perdiendo cada vez más el sentido de la misma. Al final siempre significa estar juntos, aunque esto sea lo que menos hagamos. Brindamos, comimos, destrozamos envolturas de celofán y nos desperdigamos por la casa. Terminadas ya las cansinas explosiones festivas (petardos, cañitas de esas que vuelan por acá, por allá, algunas baterías y por supuesto las estrellitas que tanto me gustan porque no hacen ruido) y todos tenemos por fin un plan. Mi hermana a bailar, mi hermano con la novia, mi madre y mi padre de paseo; aunque no muy largo, y yo...
Bueno, no todos tenemos un plan todavía. Aunque ya sé qué haré. Visitaré a la única persona que podría entender cómo me siento esta noche.
Como de costumbre te encontré mirando el cielo, mirando las estrellas, las mismas que yo miraba más temprano (o quizá sean otras.. es que yo sé bien poco de astronomía). Me senté a tu lado en el techo de tu casa, sin decir una palabra. Vos, sin dejar de mirarlas me sonreíste, o quizá se te ocurrió alguna cosa... nunca voy a saber con certeza. Te tomé la mano y me puse a jugar con tus dedos. Los dos nos reímos un poco, y comentamos algunas tonterías. Nos olvidamos de las estrellas y también de qué noche era aquella. Sin darnos cuentas nos alcanzó el amanecer, bañando primero el horizonte, luego las nubes, luego tu rostro (y seguramente el mío también) y por último todo.
A veces somos balsas... a veces somos navegantes. Pocas son las situaciones donde somos ambas. Pocas son las personas con las que puedo ser ambas.
Cuando volvía a casa, un poco desvelado (y quizá también medio tomado) me di cuenta que se me había olvidado (¿olvidado?) desearte felices fiestas... Supongo que era una frivolidad. No sé ni por qué me preocupaba de eso.
En estas cartas cuentos, que mezclan un poco de realidad, un poco de fantasía y un poco de incoherencia no sé si se pueda firmar como en cualquier otra. Pero yo hago la prueba.
Un abrazo, y un te quiero.
Salud =)
2 comentarios:
Si encendemos cinco velas,
tendríamos cinco llamitas,
rojas,
ígneas,
ardientes. En la nocturnidad, ardientes
de todo lo silencioso
y lo oculto.
Y si subimos las escaleras de la derecha
y plantamos la primera llamita,
roja, ígnea y ardiente,
y tocamos el violín de cuerdas
de seda y algodón,
entonces, quizás, tal vez, podría ser
que gastemos una vela en
alumbrar
un
camino.
Alzamos entonces (sólo entonces)
un puente de plata al enemigo que
nos sigue de cerca
(que nos sigue
rojo, ígneo, ardiente) y tomamos prestada una estrella de esas de arriba que parecen lunares cancerígenos de fe
y le damos otra vela,
con otra llamita,
por si quiere encender una hoguera
de algo.
Si en este proceso
nos asaltase un ángel
(o esos híbridos con alas de sebo que pululan por doquier)
y nos dice:
-¿Cómo por aquí con el frío que hace?
Contestamos:
-¿Cómo no, si ahí abajo hay demasiado luz?
Y le damos otra vela, otra llama, una más
para que se vaya contento y (ojalá)
le ocurra como a Ícaro.
Si nos sobran dos velas,
yo me quedo una.
Para mí.
Tú te quedas otra.
Para ti.
(Por si alguno quiere prender un faro o encender una linterna)
Claro que,
sólo si sobran.
Si sobran rojas,
ígneas,
y por supuesto: ardientes.
P.D.: Nimiedades para transcribir emociones ^^ Ni caso a estas tonterías :P
Que hermoso escrito Farito... es verdad que existen muy pocas personas de esas con las cuales uno puede ser tantas cosas al mismo tiempo y a la vez nada... afortunadamente yo las he encontrado ^^
chuick! (eso es un beso porque cuando leo tus sensiblerias de niño romantico me pongo toda sentimental y se me da por desperdigar besos sin ton ni son =P)
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